Los adioses del alba.

Frente a la vida una unidad de tiempo nos llena de luces la memoria. Valen para no olvidar. Un tropel de formas que van y vienen en un vaivén de profundas imágenes, abismos de olas y espumas que surgen de nuestros mares internos. Es la paz del agua en movimiento, haciéndonos un guiño de quereres sentidos. Y oscilan, imposibles e impasibles, en el alegre destino del presente.

El pasado se nos va desarmando con su ansiedad cosida al gozoso torrencial acuoso de esos mares internos que nos llenan de distancia en los espacios habidos entre el ayer y el hoy. El ritmo de nuestro cuerpo es la esperanza.

La luz separa las distancias. Cesan las pruebas de estar solo en el hondo anhelo del vivir y nuestra existencia se llena de latidos terrestres. Es mejor no acercarnos demasiado al corazón sino andar despacio por las antesalas de las horas.

En las avenidas del tiempo todos tenemos que decir adiós al alba.

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