En algún edificio de la vecindad debe vivir esta pareja de ancianos. Él lleva un bastón con el que ayudarse en su penoso avance y siempre que le he visto me he dado cuenta: quizá porque voy con mi perra a su paseo matutino, él nos mira siempre con desconfianza a pesar de que en ese momento del paseo siempre la llevo atada con su correa. A ella no la había visto nunca antes: también me ha mirado con una cierta desconfianza que me ha parecido teñida de alguna forma de dolor.
Eso me ha llevado a reflexionar sobre la soledad de algunos ancianos, sobre si la misma no será auto-impuesta, si será resultado de algún abandono familiar o de no haber tenido descendencia.
Me imagino, aunque bien puedo equivocarme, la soledad de dos en compañía como puede ser el caso de estos dos ancianos, que han tenido tiempo para contarse y adivinarse todo. Para los que cualquier novedad significa malas noticias o cuando menos inconvenientes. Los comparo con la falta de soledad que tuvieron tanto mi abuela como mi madre y me duele que ése no sea su caso.
Me gustaría poder hacer un rato de compañía a esos ancianos o a cualesquiera otros aquejados de soledad, pero sé muy bien que sería rechazada. La desconfianza que ahora les produzco sin siquiera hablarles se multiplicaría al dirigirles la palabra. Siempre he pensado que algunos ancianos se auto-marginan y creo que éste puede ser el caso. Me duele, pero hay que aceptarlo. Su escepticismo hacia una sociedad que ha evolucionado para ignorarlos y su rechazo hacia los centros oficiales en los que podrían entretenerse y hacer amistades no deja de tener su lógica. Quizá echan de menos sus lugares de origen, de cuyo desarraigo son más conscientes desde que cesaron sus obligaciones laborales y la posible crianza de hijos. Al tiempo desconfían de un acercamiento a personas que pueden estar en su misma situación. Es como un círculo vicioso.
Y me duele, me duele mucho.
Cierto, resulta doloroso y triste comprobar como los ancianos cada día están más marginados. En ocasiones por voluntad propia o por desconfianza, pero las mas de las veces por el poco aprecio que les demostramos.
No basta con mandarles la ayuda de un asistente social, es mucho más importante ofrecerles nuestro cariño y comprensión. Tus progenitoras tuvieron, afortunadamente para ellas, una familia que se ocupo de ellos; pero ¿qué pasa hoy en día?. Las familia cada vez está más desestructurada, y está dejando de ser la unidad mas importante del conjunto social. ¡¡Asi nos va!!
Saludos
Lo de los ancianos es un fallo más de una sociedad sin respuestas.
No nos damos cuenta de que es una senda que todos (o casi) tenemos que pisar.
Besos.
No serías rechazada Carlota, como muy bien dices al principio se echarían atrás, pero tú si sigues tirando para adelante ellos se pararán y te dejarán entrar en su mundo y en su vida. Hay muchos que se automarginan, pero són los menos. Yo trabajo en una residencia y te podría contar casos para llorar, pero también muchos para reir y para aprender, sobre todo para aprender de ellos. Un beso. Alaia