Estoy metido de lleno en el proceso de los estudios de COU. Voy triunfando, tarde tras tarde, en mis tareas con vistas a llegar a la Universidad. Es entonces cuando conozco a Fabián. Fabián es un “rebotado” sentimental. No sé si me dice que le acaba de abandonar su novia o acaba de romperse su matrimonio. Pero, sea cual sea una de dichas opciones, el caso es que Fabián se encuentra en crisis personal y necesita tomar un montón de pastillas para superar la depresión. Necesita a alguien que le escuche y me presento voluntario para hacerle más llevadera su desgracia. El caso es que da grima escuchar a Fabían y su pesimismo. Me relata su historia de perdedor en los lances amorosos y no sé cuál es la razón para comprenderle (yo no he sido nunca ningún perdedor en estos lances) pero le escucho. Fabián se anima y me cuenta el secreto que ha encontrado para olvidarla. Se ha metido a comediante en una troupe que va de gira en gira por los pueblos de Madrid. Así es como, por invitación de Fabián, conozco a Los Comediantes.
Los Comediantes del grupo de Fabián son unos antiguos hipys que han abandonado la falsa práctica de “haz el amor y no la guerra” (que tanto daño hizo durante los 60 entre la población ingenua) y ahora se dedican a practicar lo de “haz el humor y no el chorra”. Curiosidades que voy descubriendo cuando Fabián me los presenta en una calle del Viejo Madrid, donde tienen su punto de encuentro, justo con una furgoneta todavía pintada con dibujos sicodélicos. Como es un día en el que van a realizar su actividad de payasos mímicos, me invitan a que les acompañe y a que forme parte de su troupe “correcaminos”. Acepto acompañarles y ver una de sus actuaciones antes de decirles que no, que lo mío es un humor tan particular que nada sabe de los líos “amorosos” en los que ellos todavía andan mezclados y por eso a Fabián le perdura la depresión que se le está haciendo crónica. Y, recordando crónicas literarias, esto de Los Comediantes me hace rememorar a Henry Graham Greene y su “Factor humano”. Porque resulta que “Los comediantes”, junto con el ya citado “Factor humano”, “Nuestro hombre en La Habana” y “El americano impasible” (novelas todas ellas de las llamadas de “entretenimiento”) llegó a ser uno de los grandes éxitos literarios de este autor inglés.
Sin pensarlo dos veces me uno al grupo de Los Comediantes, entro en la sicodélica furgoneta y viajamos hacia uno de los barrios extremos de Madrid donde se pasan toda la mañana hiciendo tonterías cara al público. A Fabián le da por subirse a unos zancos y a dedicarse a compartir bobadas con los que miran tanto si son infantiles, juveniles o adultos. Recuerdo la escena en que se entretiene en quitarle la boina a uno de los paletos que se encuentra entre los espectadores. A punto está de costarle una hostia bien dada pero se salva de milagro.
Me paso la mañana entretenido en ver cómo Los Comediantes hacen el ridículo sin ninguna clase de vergüenza. Aprovecho para tomar notas en mi cerebro pero declino toda posibilidad de formar parte de ellos. Creo que se pueden hacer tonterías mucho más graciosas que las que hacen. Y me largo. Los libros de COU me están esperando y no puedo dejar sin terminar mi obra “Galicia a través de sus ríos” que me entretiene mucho más que hacer de psicoanalista de tipos como Fabián que bajan la moral a quienes les escuchan. Yo no. Yo puedo llegar a ser un día un gran cómico pero jamás un payaso deprimente y deprimido.
Ya nunca más supe de Fabián y de si sigue haciendo el titiritero por las calles de cualquier ciudad. Tampoco sé si superó su crisis emocional y encontró a alguna mujer que se encariñase con él hasta casarse. Lo que sé que es la Universidad me está esperando y las humoradas, para mi forma de entender, tienen que ser mucho más inteligentes. Por eso no me convencieron Los Comediantes y por eso no abandoné los estudios de COU. El mundo de los hipys y sus seguidores nunca los he considerado interesantes por mucho que los hayan querido publicitar. Mejor es seguir siendo tal como la naturaleza me ha fabricado. Si tengo que reír que sea verdaderamente a gusto y no luciendo cuernos. Por eso paso olímpicamente también de “Els Comediants” de Cataluña. Por eso.
Mi abuela materna: ¡Jajajá, jajajá y jajajá! Si que estuvo buena aquella aventura. Cada vez que me acuerdo se me saltan las lágrimas porque es que me divertía yo un mogollón en aquel entonces con tus sanas ocurrencias.
Hola abuelita. ¡Jajajá, jajajá y jajajá! A mi también se me saltan las lágrimas de vez en cuando; sobre todo cuando recuerdo ciertas aventuras…
Mi abuela materna: ¡Cómo se nota que te gustaban las “Aventuras del FBI” y “Las aventuras de La Policía Montada del Canadá”! ¡Jajajá, jajajá y jajajá!
¿Cómo lo has adivinado, abuelita? ¡Jajajá, jajajá y jajajá!
Porque te las montabas muy bien… y me refiero a las aventuras no vaya a ser que alguien piense otra cosa… ¡Jajajá, jajajá y jajajá!
Aprendí, abuelita, aprendí desde que tengo uso de razón y por eso pasaba lo que pasaba y, pues bueno, no te preocupes por lo que puedan pensar los demás. Me las montaba muy bien y me las sigo montando más o menos. ¡Jajajá, jajajá y jajajá!
Mi abuelita materna: te veo en muy buena forma… así que sigue montándolas piensen lo que piensen los que no piensan en otra cosa más que en lo que estoy pensando… ¡jajajá, jajajça y jajajá!.
Por supuesto que sí, abuelita. Recuerdo lo que dijo el poeta y médico estadounidense Oliver Wendell Holmes: “La fama suele alcanzar a aquellos que están pensando en otra cosa”. Así que piensen lo que quieran pensar. ¡Jajajá, jajajá, jajajá!
Mi abuela materna: Y yo digo: “Cada uno a su potaje y para otros el traje”. ¡Jajajá, jajajá y jajajá!
Muy bueno, abuelita. Lo apunto para mis pensamientos particulares, personales e íntimos. ¡Jajajá, jajajá, jajajá”.
Mi abuela materna: Pues viene muy bien a cuento, teniendo en cuenta todo esto, lo que dijo, Henry Ford: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”.
Hasta luego abuelita. Voy a ver si es cierto o no es cierto. De todas formas, como tú sabes muy bien decir: “Lo dicho dicho está”. Y yo añado: “Si lo dicho dicho está es que lo dicho está dicho”,
Mi abuela materna: Pues, en esto de los decires (más allá de los haceres que es otra cuestión interesante), recuerdo lo que dijo André Gide ( ese famoso escritor francés que té me hiciste conocer gracias a “Los monederos falsos”): “Todas la cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo”.
Pues ya que vamos de franceses, abuelita, recuerda lo que dijo Joseph Joubert: “Unos gustan decir lo que saben; otros lo que piensan”. ¿Qué opinas tú sobre esto?
Mi abuela materna: Que muchos creen saber lo que dicen cuando, en realidad, ni saben lo que piensan. ¡Jajajá, jajajá y jajajá!.
¡Jajajá, jajajá y jajajá! Eso se produce porque no saben distinguir entre comedia y tragedia. ¡Un verdadero, drama, abuelita, un verdadero drama que muchas veces termina en farsa!
Mi abuela materna: Es que hay demasiados “fonchitos” en el mundo, nieto, ¡Jajajá, jajajá y jajajá! Esos “fonchitos” que no saben distinguir la gimnasia de la magnesia. De “fonchitos” está el banco lleno. Y me refiero al banco de los suplentes porque es que titulares no lo han sido jamás. ¡Jajajá, jajajá y jajajá. Porque resulta que alguno que otro, por llamarse Alfonso, se creen Alfonso X el Sabio cuando ni tan siquiera llegan a ser Alfonso Paso. Paso a paso, nieto, paso a paso; puesto que de astracanadas está lleno este mundo de los “fonchitos” . ¡Jajajá, jajajá y jajajá! Recuerdo, nieto, recuerdo. Dale algún recuerdo de mi parte.
Ya que me lo pides con tanto entusiasmo, allá va el recuerdo: “Don Alfonso Pérez: saludos de parte de Ginés de Pasamonte que Don Miguel de Cervantes se está partiendo de risa”. Ya está. ¡Jajajá, jajajá y jajajá! Que vivan Los Comediantes que para eso estamos.
Mi abuela materna: ¿Es por eso por lo que Fortino dijo, con buen tino, lo de hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos?
Si, abuelita,sí. Y por eso los obrero usan zapatillas blancas cuando están comiendo bocatas de tortilla mientras el capataz les vigila. Algo de bueno existe entre los comediantes que nos hace pensar… ¿y qué pensamos entonces?… pues te lo voy a decir. En épocas de ocio involuntario lo mejor es hacerse el secretario. Y como de secretos estamos hablando que no digan después que todo es mentira porque la verdad es que es verdad.
Mi abuela materna: Ya aclarado todo… ¿qué me dices de Tarodo?…
Abuelita: ¿Te refieres al beodo?
Mi abuela materna: Pues sí.
Pues ná.
Mi abuela materna: ¡jajajá! ¡Vaya corte que le has dado a ese más bien pelado!
¡Jajajá! Quien se mete a cocinilla se come a la cochinilla.
Mi abuela materna: ¡jajajaaaaaaaaaá! me voy a descansar. Hasta después.
Hasta después abuelita. Quizás ya haya aprendido algo sobre el peinado… que buena falta le hace… porque si no le gusta tu peinao es que está colocao. Y ya me entiendes, abuelita. ¡Jajajaaaaaaaaaá!
Mi abuela materna: A mí es que me gusta el moño pero a él, al parecer, es que le gusta la moña.
¡Jajajaaaaaaaaaá!
Mi abuela materna: ¿Y qué dice de mi peinao “El Gutiérrez”?
Al parecer todavía está bebiendo para olvidar…
Mi abuela materna: ¿Por culpa del corte que le diste con lo del carné?
¡Jajajá! Quizás por eso de peinados sabe tanto que a lo mejor ha terminado de peluquero como Pirulo… y lo demás lo dejo sin especificar porque todos sabemos de qué va…
Mi abuelita materna: Hoy me he despertado con ganas de liberar una cuestión. A ver si me puedes ayudar. ¿Hago lo que debo hacer o me limito?
Abuelita: Si lo que debes hace sirve para evolucionar, hazlo.
Mi abuelita materna: Buen consejo. Guardaré silencio de momento pero ya sabes que cada momento cambiamos… y espeo cambiar para bien…
Abuelita: Lo mejor es descansar para cuando lleguen las duras jornadas con que ganarse las hornadas. Ya me entiendes.
Mi abuelita materna: Sí. Hasta luego. Que Dios te siga bendiciendo,