Los Mamertos

Estaba en un mercado del Centro comprando unos dulces que me fueron “amablemente” encargados durante una llamada telefónica. Fue una de esas peticiones que prometen mucho dolor y sufrimiento de no ser cumplidas.

No encontré tales dulces en ninguno de los locales, así que siguiendo las recomendaciones de un policía, fui a una tienda que los vende afuera del mercado. Ahí si tenían, así que los compre y de paso me queje bastante por el precio. Pero como donde manda capitán no gobierna marinero, a pagar.

Justo en ese momento, se escucharon unos gritos y vi que mucha gente corría hacia mi. Me hice a un lado para evitar que me planchara la marabunta esa, y entonces escuche sonidos de disparos.

Me quede donde estaba, según yo muy bien escondido y pensé en hacerme el difunto en caso de ser necesario. La cosa se calmo y decidí largarme a la casa. Salí de la tienda y vi las calles vacías. Se escuchaban sirenas policíacas a lo lejos, así que supuse que todo había pasado. Por eso es que odio ir al Centro.

Camine 2 calles y por ir pensando en la inmortalidad del cangrejo, tropecé con un sujeto, de no mas de 15 o 16 años, con pinta de vago. Se me quedo viendo con expresión de odio y de un salto se levanto. En un instante me lanzo un golpe a la cara, que alcance a esquivar y su puño choco contra la pared. Hasta a mi me dolió el golpe que se dio. Se lo merecía.

El chavo este se quedo ahí, mentando madres y jurándome que si me volvía a ver me iba a ir como en feria. Tome mi camino hacia el metro, pensando en la tortura que me esperaba al abordar el sauna con ruedas ese. Tres calles adelante me volví a encontrar con el chavo este, que ahora venia acompañado de sus amigos. Eran como 20. Todos de la misma edad. Todos con la misma apariencia de vagos. Todos con sendas ametralladoras y muchos cargadores a la vista.

Me eche a correr, y ellos comenzaron a seguirme. Disparando como si las balas fueran infinitas. Yo iba a toda velocidad y de vez en cuando medio volteaba para ver si me seguían todavía. Como si el sonido de los disparos no fuera evidencia suficiente. Solo alcanzaba a ver como caía gente a mi alrededor y se rompían cristales de aparadores y algunas balas rebotaban en las paredes o se incrustaban en los coches, detenidos por el trafico que hay siempre en el centro. Eso se estaba convirtiendo en una masacre.

Entre el griterío alcance a distinguir una frase: ¡AHÍ VIENEN LOS MAMERTOS!

La única cosa que vino a mi mente en ese momento fue un “¡Me lleva!”. De todas las bandas criminales del país, me tuve que topar con estos. Son los peores. Nadie ha podido detenerlos porque siempre traen mas balas que la policía. O que las otras bandas. Hasta los narcos les tienen miedo. Le han tendido mil emboscadas y siempre la libran. Cuando llegan a pescar a uno o dos, son rápidamente reemplazados y diario cambian de escondite. Y cuando le juran algo a alguien, lo cumplen así les cueste la vida. Y ahora me estaban persiguiendo.

La gente huía despavorida. Eso es lo que había pasado antes. Seguramente algún otro idiota les había hecho una mala cara y seguramente ya dormía el sueño eterno. Y mientras, yo seguía corriendo, en zig-zag, para tratar de evitar acompañar a ese otro idiota. Sentía como las balas pasaban rozándome pero hasta el momento ninguna me había dado. Solo veía que la gente seguía cayendo. Y la policía ni sus luces. ¡Alguien tendría que haberlos llamado ya!

Pero no. Cruce el Eje Central, que estaba detenido por trafico. Todos los semáforos del centro parecen estar programados para causar caos vial. El transito estaba totalmente parado. Y tuve que pasar entre esos coches. Y por encima de mas de uno, con los mamertos tras de mi, disparando a lo loco, y matando a quien sabe cuantos inocentes. Por otro lado, si esos inocentes habían ido al Centro en coche no eran muy inteligentes y a lo mejor los mamertos le hacían un favor a la especie humana eliminando esos genes poco brillantes. Y si, eso paso por mi mente. Nunca me he atrevido a pensar que estoy totalmente cuerdo.

Pedazos de cristal salían volando. Se escuchaba como reventaban los neumáticos de los coches por los balazos. Los gritos de la gente eran terribles. Atravesar los 16 carriles del Eje Central se me hizo eterno. Y por suerte ninguna bala me había dado aun.

Los mamertos aumentaron sus amenazar, que yo escuchaba como si estuvieran justo a mis espaldas. Y en eso me di cuenta de que ya eran mas los que me seguían. A lo mejor el resto de la pandilla vio que esos 20 no podían matarme y decidieron ayudar.

Finalmente llegue al otro lado del eje y me fui hacia el Zócalo. Ahí hay tanta gente que con suerte me les pierdo de vista. Pero no contaba con que la calle que elegí para escapar estaba en obras. Los dos carriles eran una maldita zanja como de 20 metros de profundidad, y los pocos coches que tenían permiso para circular iban por las banquetas, dizque dirigidos por policías de transito que brillaban por su ausencia. Así que aparte de ir esquivando las balas de los mamertos, también tuve que torear los coches que parece que estaban del lado de los pandilleros porque mas de un conductor me echo el coche. Que bueno que aprendí a torear automóviles cuando mataba clase en la secundaria.

Alcance a ver un “puente” sobre la excavación y cruce como si mi vida de dependiera de ello. Casualmente, así era. Los mamertos hicieron lo mismo, pero el puente, en realidad unas tablas que no estaban muy bien afianzadas, comenzó a moverse y varios se cayeron. Escuche como me la juraron de nuevo por sus compañeros caídos y a correr mas rápido.

La poca gente que caminaba por esa zona de obras/calle al ver y escuchar se escondieron. Muchas tiendas bajaron sus rejas de emergencia, así que ni pensar en esconderme en alguna. ‘ches cobardes. Mas o menos pude ver que ya solo me seguía lo que creo que era la mitad de los mamertos. Eso no me produjo mucha calma porque cuando se junto toda la pandilla eran como 50, así que eran mas de los que comenzaron. Y al parecer traían las armas de sus compañeros caídos.

El sonido de las balas se escuchaba mas fuerte por el eco que se producía por la zanja y las construcciones altas de piedra que hay en el Centro. Son una excelente caja de resonancia, ideal para que no sepas de donde carajos proviene un sonido. Por ejemplo, un trailer que viene justo hacia ti y que tu no ves porque estas volteando hacia atrás mientras corres tratando de calcular cuantos matones te siguen. Alcance a ver el camionzote ese cuando lo tenia como a 5 metros y me tire al suelo. Solo escuche los gritos y disparos de los mamertos mientras el trailer, cuyo conductor evidentemente recibo una de las balas destinadas a mi, se les fu encima. El trailer cayo en la zanja, seguramente llevándose de corbata a los Mamertos.

Pero no a todos. Al menos 10 se alcanzaron a meter a un local que no vi y que se quedo abierto y la libraron. Así que mientras yo estaba ahí, tirado en la banqueta, esos infelices estaban recogiendo las armas de sus compañeros y enojándose más conmigo. ¿Que culpa tenia yo de que esos idiotas pensaran que podían detener un trailer a balazos? ¡Esto no era una película!

Me levante y seguí corriendo cuando empezaron a dispararme otra vez. Me di vuelta en una calle que si estaba completa, y llena de coches. Y del otro lado de la calle había algo que me pareció un regalo del cielo: una plaza comercial, de esas que parecen un laberinto y con salidas en los cuatro lados de la manzana. Me pase por encima de los coches y alcance a esquivar una bala que me habría dado justo en la nuca solo porque voltee a tiempo para mentarle la madre a la señora que manejaba una camioneta de lujo y que no le pareció justo que le abollara el cofre al caerle encima toda mi humanidad.

La plaza comercial era una sucursal de la Piratéca Nacional. Locales y locales de productos piratas de toda clase. Ropa, calzado, electrónicos de contrabando, software, música, dvds, etc. Un paraíso. Y por mi culpa los mamertos lo iban a destruir. Pero era el paraíso o yo.

Me subí al segundo nivel de la plaza por la escalera que estaba en la entrada y alcance a escuchar como un mamerto le decía a otros que me esperaran del otro lado. “¡Me lleva!”. Los que me siguieron nunca dejaron de disparar. Fue horrible. Toda esa música destruida (porque el segundo nivel es para la música exclusivamente).

Como pude logre detenerlos un poco. Lo siento por las torres de discos y las bocinas que tire para bloquearles el paso. Bueno, en realidad no lo siento mucho.

Iba corriendo por el pasillo de las cumbias y salsas clásicas cuando choque de frente con el encargado de un local. Fue como chocar contra una pared. Ahora se lo que siente la gente cuando choca conmigo. Me levanto con un brazo y me dijo que me fuera por el pasillo del rock español de los 60s, que el los detendría. Que “se la debían”.

Le hice caso. Es sabido que conviene hacerle caso a alguien que pesa el doble que tu y tiene peor actitud que la tuya. Escuche unos disparos que mas bien parecían bazucazos y luego alcance a oír unos vitoreos. Parece que les dio fin. Lo malo es que yo aun tenia que librarme de al menos 5 mamertos mas. Y esos 5 me esperaban en la planta baja.

Me subí al tercer nivel, y ahí vi que ya funcionaba el puente que conecta esa plaza con la de la calle de enfrente, destinada a los mismos productos, pero 100% legales. Bueno, el puente casi funcionaba. Le faltaba un tramo de dos metros y medio, y a pesar de mi miedo/terror a las alturas lo salte. De milagro no me caí, y llegue al otro extremo. Justo cuando entre a la otra plaza, escuche disparos de nuevo y un grito de “¡¡¡SE FUE A LA OTRA!!!”. Esos infelices me vieron.

Me los encontré en el segundo nivel y a escapar otra vez. Baje las escaleras eléctricas de subida, empujando a todo mundo. Supongo que pocos de los compradores que iban subiendo salieron ilesos.

Un montacargas les cerró el paso por casualidad, y logre salir de la plaza. Y ahí estaba mi salvación: Una estación del Metro.

Entre tratando de llamar la atención lo menos posible, pero de repente escuche el grito de “¡AHÍ ESTA!”, y al voltear vi a los 5 mamertos sobrevivientes disparando al techo y hacia los lados, enloquecidos. Me eche a correr de nuevo.

Me pase por la puerta de cortesía, que el policía abrió en cuanto vio que esos dementes me seguían, y baje los 80 escalones de 2 en 2 y de 3 en 3. No se como no me rompí los tobillos en esa maldita escalera. Llegando al anden corrí hacia la izquierda, justo hacia donde estaba la multitud que por algún motivo creen que van a encontrar asientos en los vagones finales del tren. En ese momento me entro un cansancio tremendo y alcance a ver el reloj de la estación. Tenia casi una hora corriendo como loco, huyendo de esos ídem. Me sentí mas tranquilo al estar entre tanta gente. “Aquí no me encuentran”, pensé.

Si. Ajá.

Los disparos empezaron de nuevo. Voltee hacia la derecha y vi dos cosas: los mamertos y el tren que venia en la dirección contraria. Pensé que de ahí ya no salía vivo, así que decidí que si me iba a morir, seria como yo quisiera y no como esos infelices quisieran. Si me iba a cargar el payaso, seria como debe ser: destrozado por un tren del metro y no baleado por un grupo de escuincles idiotas armados hasta los dientes.

Salte hacia las vías y me pare frente al tren. Los disparos se detuvieron. Los mamertos avanzaron hacia mi, y se bajaron a las vías también. Levantaron sus armas y apuntaron contra mi. Reconocí al mamerto con el que tropecé y que ocasiono todo esto y vi su sonrisa. Fue lo ultimo que vi. Cortaron cartucho, y en eso vi una mancha anaranjada pasar a toda velocidad.

El tren que venia del sur se los llevó. A todos. Mientras, el tren que venia del norte y que según yo seria el encargado de matarme para que las ahora saleas de pandillero no lo hicieran, seguía detenido en la entrada de la estación, a 120 metros de mi. Y ahí se quedo otros 20 minutos, hasta que las autoridades del Metro decidieron que como los muertos eran mamertos y no usuarios, no había problema y todo podía volver a funcionar con normalidad.

Cuando llegue a la casa, ella me puso una regañiza tremenda por haber llegado sin sus dulces, y después me comento que en la noche iban a pasar un reporte especial en las noticias, sobre un relajo que hubo en el centro, y que al parecer los mamertos ya eran historia. Y me preguntó si no había visto algo de eso cuando estuve por ahí.

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http://juandelachingada.wordpress.com

2 comentarios sobre “Los Mamertos”

  1. Buenisimo tu relato compañero, parece real como la vida misma, lo mismo lo es, a mi me han ocurrido cosas que superan la ficcion por ello, no me estrañaria nada, me ha gustado y atrapado desde el principio, queremos mas, porfa, sigue en esta linea que se te da; dabuten como decimos en el foro, un besazo fuerte fuerte. Que este año te vaya bonito amigo

  2. Ja, me ha divertido mucho tu relato, deja entrever lo negro y agridulce de tu talante compañero. Sobre todo me agrada esa parodia que haces de la situación actual que se vive en México (ciudad y país). Un saludo.

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