Los músicos de la Cofradía salían de su lugar de recogimiento, habían estado interpretando sus composiciones, pero notaban que les faltaba algo. Y llevaban días hablando de ello. Así pues, decidieron…
Solfeo era un gran matemático y filósofo, muy conocido en la aldea, a él acudían muchas personas para pedir consejo, pues casi nunca decía perogrulladas.
Un día, pensativo entre cálculos estaba él en su estudio taller, y llegaron algunos de los cofrades, querían pedirle algo, hablar con él…
A su vera, estaba Pergamino, su fiel perro, echado, con las orejas en ligero movimiento, medio dormido, casi despierto.
Uno de los cofrades, al llegar: “Maestro, os pedimos que nos atendáis, ¿podéis?.”
Solfeo dejó sus instrumentos de medición sobre la mesa, se acercó a los cofrades: “Pasad, no os quedéis ahí, entrad.”
“Deseamos hablar con vuestra hija, sabemos la afinidad y vocación que tiene por la música.”
Solfeo dijo: “Mi hija está afuera en el jardín, atendiéndolo y cuidándolo.”
En ese momento la muchacha se presentó: “Cofrade, he oído desde desde el jardín que me buscáis, ¿en eso estáis?”
“Cierto es, os traigo una pregunta: ¿queréis ser nuestra patrona?”
La muchacha se alegró, de inmediato asintió.
Pero de inmediato uno de los cofrades, uno que era de los más juiciosos añadió: “Deberemos ir a ver al rey y comunicárselo, y también que os nombre oficialmente.”
Dos semanas y media después, la muchacha amante de la música, y los cofrades, se presentaron ante el monarca, ante el emperador, dicho sea el rey. Uno de los cofrades esto habló: “Majestad, nos hemos presentado ante ti para deciros, y pediros, que esta joven ha de ser nuestra patrona, y tú debes hacerlo oficial, ¿procederéis a tal”
El rey, con la mirada relevante, respondió así mirando sonriente, en especial a la joven: “Bien está, antes decidme, ¿cuál es vuestro nombre?”
“Me llamo Solfa, y mi vocación es la música, deseo convertirme en la patrona de estos admirados músicos, patrona de su cofradía.”
El rey gentil, atento, dijo en respuesta: “No tengo ningún inconveniente, en que así sea, pero antes he de saber de primera mano cómo tocáis, os lo pido como necesario favor.”
Solfa sacó de un pequeño saco de suave tela uno de sus instrumentos favoritos, para tocar ante el emperador rey. Todos allí al ver el instrumento quedaron maravillados de tan bien cuidado.
“Decidme, antes pues de tocar, ¿qué instrumento, nombre, es el que traéis?”
Solfa respondió: “Señor, este instrumento es una égloga, tocaré para ti, y para todos, escuchad y hágase con libertad.”
Resultó toda aquella sonoridad tan bella, resonando por la amplitud del claustro, la melodía acompañada por el silbido de un viento que gustoso se acercó, tocando las cercanas copas de los arboles… ahí fuera en el jardín real, adyacente.
Solfa fue declarada patrona de aquella cofradía de músicos. Ellos, en agradecimiento, crearon una partitura, composición, que llevaría su nombre.
Muy bueno. Me gustó tanto el ritmo pausado de la narración (como si de pauta musical fuese) y ese llevar el argumento hacia un final quizás ya esperado pero no por eso irrelevante sino todo lo contrario. Buen cuento. Excelente exposición. Y una forma de narrar atractiva. Lo que yo digo siempre a quienes me quieren escuchar.