Doña Tita, que el nombre tiene también su punto de color, esta indignada. Al señor Alcalde de Madrid, o a quienes iluminó este noble arte de lo urbanístico, se le abierto el cielo y ha decidido talar, o en su caso, replantar los árboles, que en tiempos de Carlos III fueron colocados como una verdadera gloria. No se valora el impacto sobre la memoria histórica, y además se atenta contra los intereses de doña Tita, que muy a lo Agustina de Aragón, ha decidido atarse a un árbol y esperar la tala. ¡Este gesto sí es merecedor de un título nobiliario, para el que sugiero sea nombrada Baronesa del Platanar o Duquesa de la Bella Sombra o Doña Glorieta de los Arbolones…¡ bendita sea su intención de ser mártir!. No se equivoca y su propuesta debiera ser secundada por otro muchos, que conscientes de la presencia notoria del arbolado, no debieran permitir tamaña osadía del Alcalde. Queda la propuesta desde Vorem de participar en el atillo de congruentes y naturales contra la osadía pertinaz de quien, a sabiendas del mal que causa, es prócer y aboga no sólo por la tala, sino por la incorporación al conjunto de la señora Tita, que permanecerá atada a la columna del mismísimo Parlamento o será, en demasía, echada a los leones.
2 comentarios sobre “Los árboles, la señora y el alcalde.”
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Totalmente de acuerdo,yo también me ataría a uno de esos árboles sin pensarlo mucho.Un saludo.
De los árboles tenemos que aprender… y si para aprender de los árboles es necesario atarse a ellos pues adelante… no hay otro mejor sistema de ser congruentes cuando la razón de quienes tienen en sus manos decisiones de tal calibre queda obnubilada por los intereses que están haciendo de ciertas ciudades un desierto de esperanzas. En un caso así, atarse a unn árbol para morir con él es un ejercicio de conciencia.