Estalla la bombilla de la luna
en pálidos reflejos de fulgor.
Suena el acordeón tanguista.
En el callejón
riela la plata de la lluvia
y los versos que desgrana el poeta
se llenan de café y tabaco.
Bajo la sombra del teatro
los arlequines dialogan con las damas
y hay un farol encendido
que habla…
Más acá, en el centro
de un coloquio de artistas,
toca sinfonías un pianista.
Se asoma a la esquina del quejido
la pública mujer de las cerillas
y un cadencioso rumor
de nostálgicas pulsaciones
late en un corazón de enamorados.
Duerme una paloma blanca
entre las ramas del árbol,
suena el silbido del aire
entre las solapas del sentimiento
y con los dedos se juega
a ser prestidigitadores del sueño.