Más allá de la libertad.
Introducción.
Desde que yo era solamente un niño me he estado siempre preguntando lo que tiene de trascendental la vida humana. Recuerdo cuando, siendo solamente un adolescente, salía del Instituto San Isidro de Madrid acompañado por dos o tres compañeros de aula y, caminando hacia nuestros hogares familiares, filosofábamos sobre asuntos que queríamos llegar a descubrir a través de nuestra comunicación interpersonal. Confieso que he estado a punto de leer, antes de iniciar este Ensayo, el libro titulado “El valor de elegir”, de Fernando Savater, pero no lo necesito. Muchos creerán, al leer esta confesión, que actúo como un vanidoso, que actúo como un orgulloso, que actúo como un soberbio o, lo que es todavía peor, que actúo como un ignorante. Nada más erróneo. Nada más falso, Nada más equivocado. Actúo como un adolescente que descubre verdades humanas precisamente porque huyo de los filósofos de la modernidad.
Al declarar esto, algunos pensarán que no soy moderno, que me he quedado anclado en los quince años de edad y que nunca he llegado a madurar. Lo que me pregunto, al igual que me lo he preguntado siempre, es ¿qué es la madurez? He podido escuchar a muchos oradores dirigiéndose a la juventud (falsos ídolos de masas nada más) como si supieran ellos cuándo comienza la juventud y cuándo acaba la juventud; algo así como si la juventud tuviera un límite para empezar y un límite para terminar. Lo cual es imposible de determinar porque depende de factores que ellos olvidan.
Descubrir verdades no consiste en pensar que los filósofos de la modernidad poseen lo que a nosotros nos falta. Las carencias humanas no son producto de saber más o de saber menos, sino de no conocer lo trascendente de nuestras vidas personales. Desde aquellos tiempos de mi adolescencia estudiantil siempre quedó latente en mi persona el “conócete a ti mismo”. Posiblemente conociéndonos a nosotros mismos, en lugar de a tantos ídolos que nos sustituyen la personalidad para imponernos la suya, sea el factor más importante, o al menos el más relevante, para saber más y mejor sobre los seres humanos y no consultando tantos escritos de vanidosos, orgullosos, soberbios y prepotentes intelectuales del pensamiento que existen y se auto proclaman como profetas de la verdad. Y, sin embargo, sabemos y podemos descubrir con facilidad que sus verdades no son las nuestras; que sus verdades no son las realidades de nuestras existencias propias sino las realidades de sus argumentaciones que, en definitiva, sólo les definen a ellos y a lo que ellos “ven” como verdades que no coinciden, en nada o en casi nada, con las verdades de nuestras circunstancias personales. Si cada uno de nosotros somos nosotros y nuestras circunstancias es imposible que las verdades de esos que se creen los filósofos de la realidad sean lo que necesitemos para podernos comprender y para podernos entender a nosotros mismos y con los demás; porque, a lo largo de nuestra adolescencia, construímos las bases de nuestras significaciones humanas. Y no hay dos adolescencias iguales proque todos somos universos diferentes. Saber esto es imprescindible para respondernos a las miles de preguntas que nos hacemos a lo largo de nuestras plurales existencias.
¿Es más importante conocernos o es más importante reconocernos? En nosotros mismos están las respuestas. Recuerdo al profesor Farelo, continuador de las enseñanzas del profesor Florencio Lucas Rojo, planteándonos preguntas a sus alumnos sobre nosotros mismos, los adolescentes que estudiábamos en el Instituto San Isidro de Madrid y que queríamos, por nuestra propia voluntad, el aprender a responderlas. Escuchar es más inteligente que ver. Por ejemplo, por eso las mujeres se enamoran de las sabias palabras mucho antes que de las grandes acciones. Una vez que ellas nos conquistan sólo podemos enamorarlas no por vencerlas sino por convencerlas. Y es que la fuerza de la inteligencia que convence es infinitamente superior al poder de la violencia embrutecedora. Pero sucede que muchos hombres crecen demasiado por fuera pero muy poco por dentro. Esa es la explicación de por qué hay tantos fracasados en el mundo actual; sobre todo cuando no han aprendido jamás a plantearse si la vida es otra cosa más completa cuando eliminan sus autoritarismos tal como ellos los ejercen. Por eso es por lo que no tengo que leer “El valor de elegir”, de Fernando Savater, para poder expresar el presente conjunto de verdades trascendentes y transcendentales tal como yo mismo interpreto la existencia real y la existencia imaginativa: los dos círculos concéntricos de la vida humana.
Es por ello por lo que me lanzo a escribir este Ensayo y abro las puertas de mi conocimiento para que, quien quiera, pueda entrar libremente en mi territorio existencial. Intento comprenderme y, sobre todo, entenderme para poder comprender y entender a los demás. Bienvenido y bienvenida a “Más allá de la libertad”.