Mi frutera

Seguía aún allí, con su blanco delantal. Olía a frutas, a patatas nuevas, a invisibles mariposas que se posaban sobre las primeras fresas. Me gustaba mirarla y sin que se diera cuenta le pellizcaba un racimo o le daba la vuelta a alguna manzana. Tenía algo de ser vegetal, pero grandioso. Lo que le sobraba lo regalaba. Muchas manos supieron de grande tomates tocados, de puerros durillo, de hortalizas que lloraban lagrimones de huerto. Seguía aún allí cuando me marché a otra parte. Cada fruta es una carta de aquella flor eterna y dulce.

3 comentarios sobre “Mi frutera”

  1. A lo largo de tus textos se respira siempre esa sensibilidad ante las realidades cercanas, de cada día, esas en las que muchas veces cuesta detenerse…tu pareces hacerlo con absoluta natirualidad, y nos lo cuentas siempre haciendo que se activen los sentidos…

    un abrazo

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