Mi Gran Capitán.

Era un puñado de valientes defendiendo la posición. Rodeados por un enjambre de ateos comunistas ellos defendían su Fe. Era un puñado de valientes que iban cayendo, poco a poco, ante el fuego cruel de los ateos que no pensaban más que en imponer su comunismo a fuerza de matar a quienes se les cruzasen en el camino. Pero aquel puñado de valientes se defendían hasta vencer o morir. Fueron cayendo de uno a uno, pasándose la consigna de resistir. No defendían ninguna ideología. Sólo luchaban por vivir y, a medida que iban cayendo, lanzaban a los cuatro vientos un ¡Viva España y Viva Dios!. Se estaba quedando solo porque sus compañeros iban cayendo bajo el fuego infernal de los ateos comunistas. Pero él resistía porque tenía Fe.

Al final se quedó solo, rodeado de enemigos por todas partes y con los cuerpos muertos de sus compañeros a su lado, abiertos sus ojos y mirando al cielo. Se prometió que defendería la posición hasta el último segundo de su Fe. Se levantó y comenzó a disparar en todas las direcciones. Con el valor del cristiano que ve la muerte y se enfrenta a ella. Los ateos comunistas, asustados por tanto valor, se escondían para poder abatirle; pero el fuego del valiente no les dejaba dar ni un paso más… hasta que llegaron las tropas de refuerzo… y los ateos comunistas huyeron despavoridos. Era el único superviviente de aquel puñado de valientes que habían ido cayendo lanzando un ¡Viva España y Viva Dios!

Le nombraron héroe de la resistencia. Le condecoraron en nombre de él y de sus valientes compañeros ya fallecidos. Y llegó a ser teniente. Me equivoco. Llegó a ser un Gran Capitán. Mi Gran Capitán. Mi padre. Ese padre amoroso con el cual me sentía yo orgulloso cuando estaba con él o cuando paseábamos por las calles de Madrid o de cualquier otro lugar con la cabeza bien alta. Era todo un héroe. Mi Gran Capitán hasta que se fue…

– Mi pequeño capitán… vive siempre para honrar tus apellidos y ya sabes que te espero junto a Dios… lucha siempre como lo haces jugando…

– Adiós, mi Gran Capitán…

– Llegarás muy alto y llegarás muy lejos, Diesel…

Y se fue para esperarme porque había sido ese héroe del cual su hijo, que era yo, se sentía siempre orgulloso.

Ahora le recuerdo sentado junto a mí y hablando de cosas de la vida.

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