MI MAS BELLO RECUERDO INFANTIL

En plena canícula, cuando la sombra desaparece y la quietud es eterna, sólo se oye el silencio. Es entonces cuando me entretengo divagando por mi interior buscando, en ocasiones, vestigios de mi pasado.

Mis recuerdos se funden en un cerebro sometido a extremas emociones internas. Lucho por no sumergirme en el pasado doloroso; prefiero recuperar imagenes de mi mas hermoso pretérito.

Hoy me deleito evocando uno de los pasajes más bonitos de mi infancia, y siento la necesidad de propagarlo.

Cuando era niño solía pasar mis vacaciones estivales en una granja situada en una de las margenes del rio Guadiana; en la provincia de Ciudad Real. Me alojaba en casa de mis tios, empleados en la finca. Ellos no tenían hijos, y mi compañía les alegraba los meses del verano.

No obstante la imagen principal de mi remembranza de hoy es una niña. Mi inseparable amiga. Tenía doce años (uno mas que yo) y pese a su corta edad era un manantial de sabiduría. Sabía todo sobre la vida campestre; mientras que yo, aturdido por mi ignorancia, sólo acertaba a hacer una pregunta tras otra; durante nuestras continuas correrías y diálogos veraniegos.

-¿Cómo se llama esta planta?.

-Es una tomatera.

-¿Y esa otra?.

-Son patatas.

-Pues yo no veo ninguna.

-Claro, tonto, porque están metidas en la tierra.

-¿…?

-¿Y esas flores tan grandes?.

-No son flores, son girasoles, y de ellos salen las pipas.

-¿…?.

-¿Y ese estanque lleno de agua?.

-Es una alberca, y sirve para regar las huertas. Esa explanada es una era, en ella se trillan las mieses. Esa piedra tan gorda es un rulo, y aquella máquina es una aventadora.

-¿Y aquella casa tan alta?.

-Es un silo, y allí guardan las cosechas. Mira, este es un grano de trigo, este de cebada, este de centeno, este de avena, y este mas gordo es un grano de maiz. Ese bancal que hay a la derecha de la vereda está sembrado de remolacha y enfrente hay un campo de alfalfa,

-¿Cómo has aprendido tdo esto?.

-Porque vivo aquí, en la granja.

-¿Dónde vamos ahora?.

-Ven, vamos a la vaquería, es la hora en que Gabriel ordeña a las vacas. Luego nos acercaremos al invernadero, y después podemos ir a que Dimas nos enseñe la nueva incubadora para pollos.

-Si algun vez vas a Madrid, te enseñaré mi barrio, que es muy bonito, y iremos al Parque del Oeste, que esta muy cerca de mi casa. (No se me ocurría ningún comentario mas acertado , para poder corresponder a quien continuamente me instruía).

-Vale, pero no sé cuando iré.

Y así, día tras día. Aprendí lo que era el espliego, la jara, la retama, el tomillo, la sabina, el enebro, y un largo etcétera de nombres de árboles y plantas que me esforzaba en memorizar. Supe lo que era una gancha de uvas, el caz, un zopetero y un barbecho. Logré colocar medianamente bien la albarda y las alforjas a las caballerías, y entendí lo que era una arroba, un azumbre, una fanega y un celemin.

Nos bañábamos en el río Guadiana, perseguiamos cangrejos, robábamos peras y almendrucos. En el colmo de nuestra audacía y destreza conseguimos extraer la miel de una colmena silvestre. Logramos pescar algún que otro pececillo con la ayuda de un anzuelo y unos trozos de sedal; pero fracasábamos estrepitosamente en nuestro intento de cazar perdces y ánades silvestres.

Compartimos juegos, risas y alegrías, y mas de una onza de chocolate. Fuimos felices. Lo nuestro era cariño y amistad en estado puro. Solo queriamos estar juntos. Fueron tres veranos inolvidables.

El estío siguiente fue desilusionante. Mis padres me comunicaron que ya no volvería a la granja; mis tíos habían emigrado, por circunstancias laborales, a la ciudad de Valencia. Lloré de desolación.

Ya en edad adulta, siempre que veía a mis tíos, les preguntaba por mi amiga. Lo único que supe fue que la granja había sido abandonada. Allí ya no habitaba ningún colono. De mi compañera de juegos y andanzas sólamente sabían que su familia se habia trasladado a Cataluña, en busca de trabajo. (Era la época del desarrollo de este país, lo que supuso un éxodo masivo de la población rural a las grandes ciudades, cada día mas industrializadas).

Años mas tarde me hice ngeniero agrónomo, y conseguí un puesto de trabajo en el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario. La vida y los estudios me han enseñado muchas cosas, pero nunca podré agradecer suficientemente lo mucho que aprendí de mi amiga y de todos aquellos granjeros que tan cariñosamente me acogieron durante aquellos veranos de maravillosa convivencia. (De sobra se que mi amor por el campo y la naturaleza germinó en aquella finca).

La granja, aunque abandonada, permanece exactamente igual. En muchas ocasiones he vuelto allí, con mi mujer y mis hijos, y siempre les he hablado de mi amiga.

De cuando en cuando, vuelvo a la granja abandonada. Acudo a una cita que tengo pendiente con mi pasado. Estoy seguro de que algún día encontraré de nuevo a mi amiga del alma. Quizás junto a la alberca (inmenso océano donde deslizábamos nuestras frágiles embarcaciones); quizás junto al pequeño puente de ladrillo, que servía para cruzar aquel riachuelo permanentemente seco. No sé en que rincón, pero tengo la seguridad de que nos encontraremos nuevamente. ¡Tenemos muchas cosas que contarnos!.

Jamás he querido olvidarte. Siempre he recordado tu simpática y desgarbada figura. Tu mirada inmensamente azul y acogedora. Tu sonrisa, permanente y sincera.

Estés donde estés, lo único que deseo es que la vida te haya tratado bien, que seas feliz; y si guardas algun recuerdo mio (que seguro que sí) que sea tan limpio y tan dulce como el que yo siempre he tenido de tí.

ALICIA, tu siempre serás mi mas bello recuerdo infantil.

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