Mi segunda princesita.

El Mágico Solitario marca 41 puntos. Me remonto, como siempre, contra la corriente. Es 1990. Ya tengo a mi Princesa y a mi primera princesita que necesita una hermana con la que jugar para dejar a “Patoño” solamente en el recuerdo. Alguien real tiene que sustituirle. Necesito otra princesita. Y es en este verano del 90 cuando llega con una sonrisa a llenar por completo mi vida. Y la vida de mi Princesa. Y la vida de mi primera princesita. Y este seguir sintiendo cómo el tiempo se suaviza cuando sabemos amar. Es mi segunda princesita. Mi Princesa y yo decidimos que ya hemos completado el ciclo de la reproducción. Si mi madre se disgusta porque no es un varoncito yo no tengo por qué disgustarme sino todo lo contrario. Leslie necesita a Carla y Carla necesita a Leslie. Por eso me alegra la llegada de mi segunda princesita para poder jugar con las tres.

Son las tres de la tarde. La llegada de Carla es una luz en pleno verano del 90. Y con la luz de Carla se ilumina todo nuestro futuro. Ahora sí. Ahora es cuando más ánimos tengo para participar de la Literatura Universal. Y es que mi universo, ese pequeño rincón escondido en la humilde vivienda de El Batán, tiene ganas de salir a la superficie. Salgo a la superficie en medio de la expectación de los parroquianos del bar donde escribo “Por esos pueblos del Wayne”. Me siento aventurero con futuro de aventurero. Y valga la redundancia mientras mi imaginación se llena de ternura.

Estoy en el Bar Juca, en Villavaliente número 8, de Madrid. Hay que ser muy valiente para vivir “Por esos pueblos del Wayne”. Muy valiente y decidido siempre a sobrevivir. Y las historias surgen como espontáneas, como filas de ideas no preconcebidas sino libérrimas, alejadas de cualquiero otra ley que no sea la de la inspiración infinita. Alguien supone que debe ser un trabajo muy importante. Lo es. Es el primer contacto que tomo con los Estados Unidos de Norteamérica y, como no tengo los complejos de Carlangas, allí que me voy con todo mi equipaje de sueños convertidos en aventuras. ¿Realidad? ¿Solamente imaginación? Digamos que es la inspiración que me ha producido haber completado mi familia con la llegada a este mundo de mi segunda princesita. Algo sobre princesas existe en “Por esos pueblos del Wayne” e imagino a John sonriendo con su gesto de ironía y su valor para enfrentarse ante las adversidades. Sigo siendo el Mágico Solitario en la aventura pero en el mundo real estoy bien acompañado. Afuera, en el calor de las calles de El Batán de Madrid, muchos se acercan a la heladería de la carretera que conduce a la Casa de Campo. Y es que este verano de 1990 después de Jesucristo me resulta inolvidable.

Fort Apache. Sangre de héroes. Posiblemente hay que aprender a soportar el calor del verano para aprender a escribir aventuras legendarias que queden en el recuerdo de quienes nos quieren leer. Así que mostremos cutura literaria capaz de llegar al Cine. Sólo hace falta un poco de esfuerzo nada más. Escribir mientras investigamos: La novela del oeste es un género literario de literatura popular o de consumo; pero si se hace con ingenio, se convierte en obra literaria capaz de llenar las pantallas del Cinemascope. Es el “far west”: el pionero, el sheriff, los vaqueros, el bandido o forajido pistolero, el tahúr, el hacendado ganadero de ovejas o de reses, los indios, los mexicanos, los militares sudistas o nordistas, los buscadores de oro, los rancheros, los predicadores, las chicas alegres del saloon y todos los tópicos fraguados por los grandes creadores del género. Escribo convencido de que quiero llegar a formar parte de la lista: James Fenimore Cooper, Wahington Irving, Francis Bret Harte, Mark Twain, Karl May y Orwen Wister en el XIX; Zane Grey, Louis Lámour, Robert Howard, Michael Chabon y mis compatriotas Esteban Hernández y Fernández, Marcial Lafuente Estefanía, José Mallorquí. Francisco González Ledesma en el XX. Yo quiero ser de los mejores del Siglo XXI. Y en eso estoy implicado en este 1990 a las puertas de mi consagración como parte del “Far West” a lo genuino. La ingenuidad también es un buen condimento para escribir novelas del Oeste Americano. La ingenuidad y esa capacidad que deseo desarrollar para llenar de luz la llegada de esta nueva etapa cuando acabo de completar el círculo de mi familia. Sin duda John Ford estaría de acuerdo conmigo…

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