El relato a continuación es original de un familiar y es lo que le sucedió realmente hace casi cinco años. Me ha permitido publicarlo en varios capítulos. Todavía está impresionado…
Corría el año 2003, año de mis primeras andanzas algo más serias en el mundillo montañero. Aprovechando unos días libres que debía cogerme en el trabajo para no perderlos, decidí llevar a mi madre a su pueblo (en Murcia) y una vez allí, desplazarme a Sierra Nevada para subir al Veleta, Mulhacén y La Alcazaba, trío de tresmiles. Actividad exigente para la que estaba muy motivado y preparado. No había ido antes allí, sabía que la actividad no era técnica pero aún así el no saber qué iba a encontrarme me atraía aún más…Inepto de mí, como iban a cambiar las cosas…
Viaje de algo más de 2 horas en coche para llegar a Los Albergues. Relativamente, y a pesar del armario para 2/3 días que llevo a la chepa, llego pronto a la cumbre del Veleta. Fotos de rigor y reconocimiento con el mapa en mano, de los picos. Visualizo desde su cumbre los siguientes 2 objetivos. ¡Aquél tiene pinta de ser el Mulhacén! ¡y la Alcazaba el de más allá! Parece que están cerca pero aún queda.
Tras una pateada laaaargaaaa y más bien aburrida por una pista por fin llego a la Laguna de la Caldera y de ella al Refugio Vivac, justo bajo la ladera Oeste del Mulhacén. Me encuentro con algún que otro caminante europeo y unos obreros arreglando la ventana y puerta del pequeño refugio y su simpática mula (no recuerdo el nombre), cargada con un par de alforjas en la que transportan material de albañilería.
Es medio día, picoteo e intercambio impresiones con los simpáticos obreros. Les sorprende que sea madrileño y que esté solo por allí un día entre diario.
Repongo fuerzas y tiro hacia la cumbre del Mulhacén. El cielo se encapota por momentos. Subo solo pero con la sensación de no estarlo. Noto como la altura hace mella en mi cuerpo ya que he pasado de estar algo menos de 400 metros en Murcia a estar ahora por encima de 3.000.
Queda poco para cumbre y mis pensamientos son de hacer vivac en ella y tirar al día siguiente hasta la Alcazaba, pero por momentos el tiempo empeora. Aquí arriba, a unos 3.500, se ha puesto a granizar y medio nevar y eso que es Septiembre. Estoy sólo en la cumbre ¡¡qué sensaciones me aporta este momento!! Imposible vivaquear así, con un saco de fibra de +5 de temperatura confort con el frío que hace ahora, solo y sin un resguardo que valga y sabiendo que en el refugio de abajo estaré mejor, más cómodo y lo mismo han llegado algunos otros compañeros de monte con quien compartir esta experiencia, contar batallitas, engañarles para mañana tirar hacia la Alcazaba juntos…
Pongo una vela junto a la virgencita de la cumbre. Le he dedicado la ascensión a mi padre, fallecido pocos años atrás. ¡Cómo te echo aún de menos AMIGO! Algo en mí me dijo que tenía que hacerlo, que tenía que subir hasta aquí no sólo por el mero hecho de una cumbre más. Miro atrás, la vela sigue encendida, siento paz en mi interior y me siento mejor, a costa del mal tiempo reinante. Entre relámpagos y electricidad estática que eriza los pelos de mi cabeza, abandono la cumbre.
Bajando, se ha echado la niebla. No se ve tres en un burro pero el camino es fácil, ¡siempre hacia el Oeste, Diego! me digo a mí mismo. Absorto en mis pensamientos y contento por una nueva cumbre, me da por pensar en la gente que como yo se ha aventurado en algo así, solo, en la gente que habrá tenido problemas subiendo por la norte de este pico…una cosa lleva a la otra…en la gente que habrá perecido en alguna de las vertientes…
¿Verdaderamente bajo solo? Tengo los sentidos alerta y la piel de gallina. Siento cómo si alguien o algo estuviera aquí, junto a mí. Silencio, mucho silencio. De vez en cuando me paro y tiro alguna foto hacia la nada, hacia la niebla… ¿para qué? No lo sé, quizá al verlas tranquilamente en el ordenador de casa lo mismo veo algún resplandor o silueta extraña y me hago famoso por inmortalizar a algún alma en pena, ese tipo de fotografías de las que a uno siempre le queda la duda de si serán verdaderas o las habrán retocado para mostrar algo que queremos ver…
En el refugio los albañiles están recogiendo para irse. Me intentan convencer de pasar la noche en compañía de la mula, pero les queda bien claro que mi orientación sexual está orientada hacia la imagen de la mujer, y que por mucha montaña que haga, no cambiará. Además lo mismo mi cena no le gusta…
El sol va desapareciendo poco a poco y a pesar de la niebla, el tiempo ha mejorado ligeramente. !! Mañana hará buen día y la Alcazaba será mía !!
En estas situaciones, uno se encuentra a sí mismo. No hay prisas y se para el tiempo, tu tiempo, mi tiempo.
El refugio (Vivac de la Caldera) donde estoy ahora, tiene una puerta de hierro dividida en dos hojas independientes. A su vez, cada hoja tiene un cierre de palanca para cerrar desde el interior. El único ventanuco que hay está situado en la pared de la derecha visto desde fuera, junto a la puerta. Dentro y a la derecha, la mesa con un par de bancos a cada lado. Tanto éstos como la mesa son de madera y están fijados firmemente al suelo. Al fondo, un par de entablados a diferente altura, para dormir. A la más alta se puede subir por medio de una escalerita de madera de unos ocho o diez peldaños. Todo es muy cuco.
Voy colocando las cosas para la cena en la mesa del refugio. Extiendo la esterilla y el saco en el entablado de arriba donde dormiré. Puedo elegir sitio, es todo para mí. Después de la pateada de hoy y el cansancio acumulado, dormiré como un lirón…o eso pensaba yo…
Cena ligera. Último vistazo fuera con alguna que otra foto. Cierro ambas puertas del refugio con sendos cerrojos. La bolsa con el desayuno esta en la mesa, preparadita para mañana. Ya dentro del saco, pongo la alarma del reloj a las 7:30 y apago el frontal. Son algo menos de las 22 horas.
Silencio…..mucho silencio…..Será una noche larga…
Esplérndido relato de una ascensión montañera. Está llena de detalles muy significativos y sobre todo le has dado un impulso creativo con muchos aspectos internos de los pensamientos de un monmtañero. Muy bueno Carlota. El Mulhacén se merece un análisis literario tan completo como el que estás detallando. Se te nota facilidad en los detalles psicológicos de quien se atreve a escalar una difícil ascensión tanto por los exterior de la vida como por el interno sentimiento de quien está solo en la cumbre. Un saludo y un abrazo cordial, Carlota. Muy interesante tu relato.
No, de verdad que el texto es del montañero, no mío. No me voy a adornar con plumas ajenas, yo sólo he intervenido cortando el texto para no ponerlo de una vez.
Se lo diré a él, gracias. Espero que te leas las entregas siguientes, porque… son muy misteriosas… sobre todo la última. Y te garantizo que es verdad, porque cuando volvió del viaje nos lo contó personalmente y todavía no se le ha pasado la impresión.