La leche se derrama brevemente por la comisura de sus labios. Después mira por la ventana. Abajo solo hay calle, coches y cuerpos, mientras suena la melodía fragmentaría de una locutora de noticias. Ha muerto el último colibrí.
El humo del cigarrillo penetra por sus fosas nasales y por su boca. Aspira y espira. Enciende la televisión. Una jovencita maquillada llora dolorosamente la perdida definitiva de su novio. Se ha ido con otra. Sus hombros son tocados por unas manos amigas. Cambia de canal.
El sabor a fresa del helado acapara toda la superficie de su lengua. Se relame mientras en pantalla un cuerpo apuesto de rostro con mentón ancho conduce un todoterreno por carreteras boscosas. Venden libertad por 24000 euros. Cambia de canal.
El agua resbala por sus manos para después cubrirlas con jabón. Siente la piel suave mientras una voz amiga relata las tristezas de la nueva actriz de la nueva serie que próximamente se estrenará en el canal 5. Abogada conoce a abogado en una larga cadena de tensiones laborales y sexuales. Se seca.
De afuera escucha gritos. Se asoma a la ventana. El día se apaga. La calle, los coches y los cuerpos parecen más lentos cuando las luces azules de la policía se presentan. Nada serio.
Deja caer el cuerpo en el sillón. Se mueve gustosamente buscando comodidad para ver cómo matará hoy su asesino preferido. Un cuerpo camina por una calle sobre-asfaltada y reflexiona amoralmente. La selva crece. Una pieza busca otra pieza. Sus ojos se cierran lentamente. Duermevela iluminada por las luces cambiantes de la pantalla. Quizás mañana no despierte.
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