El mundo vuelve a nacer cada segundo como una coordenada espacial que crece ahora un arriba, ahora un abajo, ahora un arriba, ahora un abajo… un ahora lleno de millones de emisores y receptores ante el mismo mensaje; mañanas, tardes y noches llenas de multicolores emociones.
Y estas coordenadas espaciales se inundan de humanos implorando el inaccesible alcance de lo divino. Y nuestras cabezas pensantes (millones de emisores y receptores a la vez) hacen circular las ideas dando vueltas y más vueltas… sostenidas como antorchas encendidas para alumbrarnos las memorias.
Todo es un tiempo que existe aquí. Todo ocurre al unísono como se predijo ya en las Horas del Destino Humano. Y en el interior de este amasijo de memorias emisoras y receptoras permanece siempre la distancia corta o larga de nuestras pasiones diarias.
Son sonidos de luz como pasto para el futuro y sobre la joven apertura del mañana queda el sueño de este pasado y presente continuo deslizándose en su avidez por verse realizado: momentos de luz solamente que huyen de la desnuda alma de las horas…