Quiero recordarte que un día nos besamos y nos juramos amor eterno.
Y hoy, ni mirarnos a la cara podemos, ni cogernos de la mano, ni pronunciar tu nombre es sano.

¿En que nos convertimos? ¿cual fue el error?

Y me despierto, y me desvelo y pienso… ¿por qué?

Una mañana, me levanté, abrí la ventana y vi que no estabas. Te fuiste.

Quise renacer, quise reír y dar gracias por la libertad. Pero… ¿dónde estabas? ¿dónde?

Pasaron los días de hojas secas, estación por estación. Mi piel cobró otra forma y la soledad me acompañó. Era joven cuando te fuiste, una flor abierta al amor. ¿Dónde fuiste? ¿dónde estaba yo? cuéntame que nos pasó.

El orgullo perenne fue enemigo de la razón, enemigo infinito y pesado de 12 kilos a mis espaldas.

Y 12 años pasaron…12 y ni uno más. Y cuando me olvidé que era humana, que era persona entre un millón…ahí estabas tu.

Allí estabas, de pies frente a mí. Miradas cobardes y silencios fríos nos hizo entender la verdad.

Pasa amor, entra una vez más a mi vida y tómate un café conmigo.

Y aun disfrutamos el aroma de aquella tarde sentados en el balcón. En este viejo y pequeño balcón. Y saber que hoy se casa nuestra hija y apenas podemos hablar por este nudo en la garganta que nos aprisiona entre los frutos de la dicha.

Que lo disfruten, que viva, que amen…que sean.

¿Por qué desperdiciamos tantos años? ¿por qué no supimos ver?

Da igual…yo te tengo y tu me tienes.

¿Más café?