John Tooby y Leda Cosmiles escribieron conjuntamente: “Todo lo que ha hecho cada persona en la historia y prehistoria humanas establece el límite mínimo de lo posible. El máximo, si es que existe, es completamente desconocido”. Sobre este mensaje, que ha dado la vuelta al mundo a través del libro “La evolución del deseo” de David M. Buss, es importante discrepar, al menos en algunos puntos de vista que yo, particularmente como cristiano que soy, no comparto.
En primer lugar, John y Leda olvidan que la historia y la prehistoria no son ya puntos de referencia absolutos para este actual siglo XXI; sino sólo unas coordenadas muy relativas. Hoy en día, a principios del año 2010, el hombre y la mujer han superado los parámetros históricos y prehistóricos y no establecen ningún límite mínimo al deseo sino que lo transforamn en un amor sin límites o, en otras palabras, el límite mínimo es algo totalmente superado.
Si el límite máximo no esiste o está totalmente rebasado significa que, en el 2010, se puede conocer perfectamente el punto máximo; con lo cual vuelvo a discrepar de John y Leda. Lo que olvidan John y Leda es que existe el alma humana y que ésta es eterna. Luego el punto máximo, y es algo de lo que he escrito ya algunas veces, se llama Eternidad.
Veo el índice analítico de este libro de David M. Buss y en ninguna parte trata la evolución del deseo desde el ángulo espiritual; por lo cual, la psicología de este autor simplemente está enfocada en la evolcuión materialista dentro de un punto de vista tradicionalmente ateo… y olvida, por completo, que el deseo (cuando de amor se trata) tiene, por encima de todo, un complemento de espiritualidad profundo.
Estoy en total desacuerdo con este psicólogo que iguala al deseo humano con el deseo simplemente animal. El emparejamiento de un hombre con una mujer no es el emparejamiento de un león con una leona, un palomo con una paloma o un gusano con una gusarapa, por poner ejemplos sencillos. No. No estoy de acuerdo con el plantemaiento de este libro por muchas ventas que haya tenido en el mundo entero. Dios nos otorgó el aliento espiritual al deseo amoroso. Sé que muchos no comprenden esto tan sencillo de entender: el deseo amoroso nace de lo espiritual, se formaliza en lo material y se contextualiza y autentifica dentro de lo eterno. No, el señor Buss, por más psicólo que sea, en cuanto a su teoría de la evolución del deseo sexual tiene que replantearse todo porque está totalmetne equivocado por mucho que haya estudiado en las Universidades de Harvard y Michigan.
Este autor cree que ser izquierdista supone ser, por definición propia, un materialista recalcitrante. Discrepo. Yo, que soy izquierdista por antonomasia, considero que el deseo amoroso sexual proviene de la composición divina que es inherente a todo hombre y a toda mujer. Buss cree que la espiritualidad es un concepto simplemente abstracto, con lo cual se confunde profundamente y hace confundir a quienes leen su libro. La espiritualidad, al igual que la Eternidad, son conceptos concretos, tienen mucho de realidad y sus definiciones son tan equilibradas como ya he afirmado en algunas ocasiones. La evolución del deseo, cuando es solamente material, adolece de evolución propiamente dicha pues nos iguala solamente a los animales. Y los seres humanos somos mucho más que animales.
El erotismo no se basa únicamente en los órganos reproductores de los seres humanos (como sí sucede en los animales) sino que se basa en la empatía completa de todo el cuerpo femenino y todo el cuerpo masculino. Y es ahí donde el planteamiento de Buss se reduce a una simple evolucíón sentimental de carácter netamente materialista. De esta manera la relación amorosa de una pareja hombre/mujer es totalmente imperfecta. La estrategia a seguir es precisamente la contraria: el sexo deriva de la sensualidad del sexo y esa sensualidad del sexo sólo proviene del carácter espiritual humano. Por eso, cuando somos naturales, somos infinitos… y el límite desaparece para ser sólo un punto concreto sencillamente eterno.