Me enseñaron las palabras.
Me dijeron que las estrellas
eran puntos de luz incandescentes.
Y creí.
Me enseñaron el flujo de las mareas.
Me hicieron ver lo ínfimo, que la vista
no alca.
Y creí.
Todo está en la realidad presente:
¡Ahí, para ser demostrado!.
Y un ligero dolor se trasluce
en la palpitación inconsecuente,
en la necesidad de vibrar,
en la pasión contenida,
porque, en elgún momento,
el Alma escapó detrás del argumento.
Y ahora, presente la soledad,
dialogo con el viento tempestuoso
del seguir hacia adelante:
vida y realidad…¿Y el Alma?
A nadie interesa.