Niño, ellos no han podido conocerte.
Ni ella, que sin que se notara hubiera puesto extremada atención en todas tus palabras y tus gestos, que hubiera corregido suave pero con insistencia lo que le hubiera parecido inadecuado. Que hubiera observado cómo y cuánto comías, para animarte a hacerlo bien, que te hubiera enseñado a utilizar correctamente los cubiertos, que hubiera corregido tu postura en la mesa. Que hubiera estado siempre pendiente de ti, sin que tú lo sintieras, como lo hizo con todos nosotros.

Ni él, que hubiera atraído toda tu atención nada más acercarse, que sin proponérselo hubiera hecho que dejaras otras cosas para jugar juntos, que te hubiese atraído hacia su luz como a una mariposa. Que hubiera atraído igualmente a tus amigos en tus cumpleaños, convirtiéndose en el animador de vuestras fiestas, como lo hizo con todos nosotros.
Tú has visto sus retratos y has preguntado, en voz muy baja, que donde estaban ellos. Te hemos dicho que en el cielo. Como eres un niño reflexivo, se ha entristecido tu mirada, te has quedado callado un rato… Luego, como eres un niño, has vuelto a tus juegos. Afortunadamente.
Pero ellos no han podido conocerte.