No votaré nunca

Las votaciones estaban cerca. Votaciones para alcaldías. Alguien a quien elegir como el mejor, el más adecuado, el más justo. Le habían regalado una visera roja y una pegatina. Se sentía reconocido como ciudadano. Espera ansioso el día en el que conocería el gran misterio de votar, elegir y ser un voto. Esa noche encendió la tele y vio un debate. Su posible alcalde gritaba airado diciendo del contrincante una y otra otra vez que era vital el voto extranjero, el voto inmigrante, el voto útil. Él lo era pero se sentía miembro de un barrio, colaborador de una causa, y a la vez extranjero e inmigrante. Su alcalde insistía en llamar mano de obra, voto útil, necesidad de un aumento en la población activa. se sintiço tan defraudado como su visera roja, como su pegatina multicolor. Apogó el televisor y sonó con no votar nunca.

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