Noche de balcón
se estaciona en la ventana,
se derritan las persianas
por la ley de
gravedad
que nada deja.
Noche de agonía
alcoholizada,
agravios que escupen
una mentira sin fin.
Desilusión como esmeralda
estallido de tu voz: una clave,
un destino,
sabio adiós.
Pesadilla del tumulto,
clases de ajedrez
me estaciono
hoy
en el mundo,
en tu mundo del revés.
Noches de balcón
por la ventana,
nada sabe de una piel,
celestes entrañas ligeras
de tiempo
se desploma el ruido
de las hojas del ayer.
Cuánto tiempo existido
sin existir una fe,
de multicencia,
de impasses,
alguna gloria que perduraba
un minuto,
la ceguez.
Pájaros mudos
del murmullo
nadie sabe que decir.
Digas nada.
Digas existir.
Decimos estamos,
sin saberlo, sin sentir, solo muriendo
Dios es dadaísta.
Te cuento con toda certeza, amiga Celeste, que en el balcón de mi casa siempre hay una noche luminaria. Dios ha dejado allí un par de dados. Dadá los lanza siempre como niño indolente. Y siempre sale un par de ases.