Escena Novena.
Personajes.- Estrella, Un pianista, Rubén, Un joven.
Escenario.- Noche cerrada. “Cueva de Sésamo” en la calle Príncipe, de Madrid. Un pianista está tocando “El Himno de la Alegría”. Sentados ante la mesa más cercana al pianista se encuentra una pareja de novios que se llaman Estrella y Rubén. Ante la otra mesa más cercana al pianista está sentado un joven. El pianista termina de tocar y suenan los aplausos de Estrella y Rubén. En el fondo del escenario, y colgada del techo, hay una luna menguante.
Estrella.- ¡Bravo! ¡Magnífico! ¡Es usted muy extraño pero también muy extraordinario!
Un pianista.- Pues soy del barrio de Vallecas.
Estrella.- ¿Usted del barrio de Vallecas? ¡Parece todo un ruso!
Un pianista.- De los rusos sólo conozco la ensaladilla.
Estrella.- ¿Se refiere usted a la ensaladilla rusa?
Un pianista.- Ensaladilla rusa con mayonesa Musa.
Estrella.- ¡Genial! ¡Es usted también poeta!
Un pianista.- Yo me entiendo.
Estrella.- ¿Usted se entiende? ¿Con quién se entiende usted?
(Rubén le da con la mano una torta a Estrella en la cara)
Estrella.- ¡Dame otra vez si te atreves! ¿O quieres que te de yo para que te vaya la marcha?
Rubén.- ¡Cállate ya! ¿Qué estás haciendo con este viejo?
Estrella.- Imagina que me lo estoy ligando…
Rubén.- ¡Admirable! ¡Una niña ligando con su tatarabuelo!
Estrella.- ¡Si no fuera porque soy tu novia te mandaría a veranear con tus tías, ricura de criatura!
Rubén.- ¡Y como yo soy rico tú te callas porque eres pobre y los pobres no podéis hablar cuando os lo prohibimos los ricos!
Estrella.- ¡Tú sueñas demasiado! ¡Me parece que tú sueñas demasiado sobre esto de las clases sociales! ¿Y de los tuyos? ¿Por qué no cuentas de dónde salieron los tuyos?
Ruben.- ¡Háblame si te atreves de los míos!
Estrella.- ¡Los tuyos decís tener clase y nada más lejos de la realidad! ¡Pertenecéis al arroyo de la vida y seguís siendo parte del arroyo de la vida por mucho que hayáis robado!
Un pianista.- Paren ambos de comportarse como criaturas en lugar de personas.
Rubén.- ¿A usted le ha dado alguien vela en este entierro?
Un pianista.- No me había dado cuenta que usted está muerto de miedo por perderla…
Rubén.- ¿Está usted queriendo quitármela produciendo pena? ¡Eso es ya muy viejo, tatarabuelo!
Un pianista.- Mira chaval, tú solo vienes cuando yo ya he vuelto muchas veces. ¡Tengo muchas teclas tocadas a lo largo de mi vida! ¿Me entiendes lo que quiero decir?
Rubén.- Que toca usted demasiado.
Estrella.- ¡Más habrá tocado en París! ¡Estoy segura!
Un pianista.- Pues dices bien, pequeña, porque más he tocado en París.
Rubén.- ¿La está queriendo delumbrar? ¿Se ha mirado usted en un espejo?
Un pianista.- ¡Me he mirado en tus lindos ojos de lechuzo, rubio guaperas!
Estrella.- ¡Peleas ahora, no! Por favor.
Rubén.- ¿Pelearme yo por tu culpa de casquivana?
Un pianista.- ¿Aguantas tú, con tu belleza, a un tipo así todos los días? ¡Debes ser masoca, chavala!
Estrella.- ¡Nada de peleas!
Un pianista.- A un gallito de pelea como tu mocoso acompañante le doy yo café, copa y puro de delantera, por ver si me aguanta.
Estrella.- Hombre… mejor no exagere…
Un pianista.- ¿Cómo es vuestra relación amorosa si se puede saber?
Rubén.- ¡De Palos hasta Moler! ¡Palos de Moler! ¡Jajaja! ¡Qué bueno!
Un pianista.- ¿Por qué te ríes de un chiste tan estúpido? ¿Quieres decir que empiezas con ella a darla palos hasta dejarla molida?
Rubén.- Si las matemáticas no engañan.
Un pianista.- ¿Tú das siempre y ella siempre recibe?
Rubén.- ¡Eso mismo! ¿Es usted adivino? Se nota que es muy inteligente por cómo deduce lo evidente.
Un pianista.- Lo suficiente como para analizarte y descubrir que eres un esquizoide… pero para… para paranoico… porque…
Rubén.- ¿Qué va a hacer usted? ¿Componerme una oda de honor?
Un pianista.- O tal vez componer la música de un réquiem a la madrugada en honor de un gran chaval amigo mío que es tan diferente a ti que tú a su lado sólo eres el botijo mientras él es el torero. ¿Me has entendido, mequetretefe liliputiense? ¿A dónde vas por las noches cuando ella no está presente? ¿Tal vez a donde los de las ballestas? ¿Eres un ballestero de verdad?
Rubén.- ¡Usted se está pasando ya de la raya!
Estrella.- No. Te está poniendo la raya. Y de esa raya veo que no te atreves a pasar.
Un pianista.- Ya lo veo. Ya veo que lleva la raya en el medio como los dudosos.
Estrella.- Escuche, maestro. Lo que pasa es que es más bien vanidoso tirando a gilitonto algunas veces y otras veces a gilipuertas. Gilitonto cuando está en la calle y gilipuertas cuando está en su casa.
Un pianista.- Un vanidoso vano. A eso yo lo llamo vanidoso vano. Nada por fuera. Nada por dentro. Eso les pasa a quienes están todavía en la fase de capullos antes de ser mariposas.
Rubén (acobardado ya ante la valentía del pianista).- Usted lo que tiene que hacer es tocar…
Estrella.- Toca mejor que tú, Rubén. Y además veo que toca cuando quiere y no cuando le obligan. Tú, sin embargo, sólo tocas el pito cuando te ves obligado. Ya sabes que me refiero a tu chacal.
Rubén.- ¿Eso que dices del tatarabuelo es porque lo has comprobado por ti misma?
Estrella.- No. Pero no me importaría si él quisiera…
Rubén.- ¡Pero si es solamente un viejo!
Estrella.- Me excita su sensibilidad cuando toca.
Rubén.- ¿La sensibilidad? ¿Qué es la sensibilidad? Suena a musica del cielo. ¡Jajaja!
Estrella.- ¿Otra vez riendo por chistes que ni son chistes ni nada que se le parezca? Me estás demostrando algo nuevo de tu personalidad: eres gilitonto y gilipuertas al mismo tiempo y en cualquier lugar. Posiblemente este al que llamas viejo sea cien veces más joven que tú. ¿no lo has visto ya?
Rubén.- ¡Lo que veo es que estamos discutiendo los dos por culpa de él!
Estrella.- Como siempre…
Rubén (poniendo cara de imbécil y sin saber lo que dice).- ¡La salsa de la vida! ¡Esto es la salsa de la vida en todo buen noviazgo!
Estrella.- Y yo que estoy pensando…
Rubén.- ¿Pero ahora te da por pensar?
Estrella.- ¿Crees que yo soy tan tonta o crees que todas somos tan tontas? ¿Me puedes resolver esta incógnita?
(El pianista mira el reloj de la pared y va recogiendo sus partituras pero sin cerrar todavía el piano)
Rubén (envalentonado y canturreando ahora que comprueba que el pianista se va a marchar).- ¡Se va el caimán, se va el caimán, se va con su borrachera!
Estrella.- ¡Estoy sintiendo vergüenza!
Rubén.- ¡Vaya! ¡Ahora resulta que también tienes vergüenza!
(El joven de la mesa de al lado decide actuar y se levanta con su cuerpo atlético)
Un joven.- Perdona, chaval, pero yo recuerdo desde mi infancia que la vergüenza es propia de los seres humanos.
Rubén.- ¡Admirable! ¡Ahora resulta que un colega me quiere convencer para que vuelva al buen camino!
Estrella.- Quizás sólo está intentando hacerte saber que es más interesante que tú.
Un joven.- He escuchado lo suficiente como para hacer una composición de lugar.
Estrella.- ¿Una especie de sinfonía nueva?
Un joven.- Exacto. Eso es. Una sinfonía nueva para ti y tu vida.
Un pianista.- ¿Quieres pedirme que toque una sinfonía para ella?
Estrella.- ¿Es eso lo que quieres?
Un joven.- Eso es. Me refiero a la “Sinfonía inacabada” de Schubert y quiero escucharla a tu lado.
(Rubén hace un gesto de rechazo y da un largo trago a su vino de sangría antes de poder articular palabra alguna)
Rubén.- ¡Se ha terminado! ¡Esto es el fin por si no te has dado cuenta, colega!
Un joven.- Eso sólo depende de ella y no de ti ni de mí.
Rubén.- ¿De mi chavala? ¿Estás hablando de mi chavala?
Estrella (se pone de pie junto al joven de aspecto atlético).- ¡Ha desaparecido tu chavala, Rubén! ¡Se acabó este mal sueño! ¡Nada por aquí y nada por allá y, ya ves, ya no estoy a tu lado!
Rubén.- ¿Me estás dejando?
Estrella.- ¡Te estoy dejando con tu raya en medio! Pero no te preocupes tanto porque puedes buscar a otra que te quiera acompañar a través de Palos hasta Moler! ¡Palos de Moler! ¡Jajaja! ¡Ahora sí que me hace gracia!
(Estrella se cuelga del brazo del joven y los dos se marchan de la “Cueva de Sésamo” mientras el pianista comienza a tocar la “Sinfonía inacabada” de Schubert y Rubén se queda mirando a la pared sin saber ni lo que le ha pasado).
SE BAJA EL TELÓN.