Nocturno Primero

¿Qué tiene la noche? ¿Es el silencio? ¿La oscuridad? ¿Por qué me siento como un intruso? La calle quiere estar vacía. Farola. Los ruidos que se oyen son cobardes, se les nota. Farola. De alguna forma, hay silencio tras ellos. Los semáforos se entrenan. Farola. Todo parece distinto. Tan distinto… Otra farola, pero apagada. Hasta huele a noche. Veo anuncios luminosos y me parecen absurdos. Absurdos no, surrealistas. Farola. Eso es, surrealista, la noche es surrealista. Llevo todo el día caminando y busco un banco. Hay uno de madera, bajo una farola. Me siento con cuidado.

Una tienda pequeña ilumina la acera un poco más abajo. Es una de esas franquicias que abren 24 horas, de alimentación y cosas así. La luz que derrama es extremadamente fría, muy blaca. Como la de un hospital. Siempre me fascinaron ese tipo de comercios, así que dejo mi banco y me siento en uno mas cercano desde el que puedo ver el interior. La noche lo transforma todo, hasta a las personas. Sobre todo a las personas. El mostrador es estrecho y brillante y sobre él hay todo tipo de chocolatinas a la venta. Detrás hay una mujer sola que espera en silencio. La calle está completamente desierta, iluminada a intervalos de la pastosa luz amarillenta de las farolas. Todo es tenue y suave, excepto la tiendecita y sus fluorescentes. Es como si acuchillara la placidez noctura. La mujer apenas pestañea, está inmovil entre las chocolatias. A través del escaparate todo es frío y pulido, aséptico, impersonal, artificial. La luz tan blanca…

Decido entrar. Las puertas correderas se abren solas. Espero un par de segundos en la puerta, observando. ¡Es realmente extraño! Entro en una capsula de blancura exagerada y orden milimétrico. Doy una vuelta por el local y oigo perfectamente mis pasos contra las baldosas. Tap, Tap. También oigo un zumbido, creo que de la lámpara. El silencio aquí es incómodo y frágil. Se rompe en cuanto toco la máquina de los cigarrillos. Todo es tan nítido que duele. ¡Clonc!. Mi tabaco cae al cajón de la máquina y lo saco. Tap, Tap, Tap. La dependienta me ignora. Me paro ante las puertas y esucho como se abren. Zzzzt..¡clac! Tap, Tap. Fuera sigue haciendo frío.

Me vuelvo a detener después de cruzar el umbral. Se me ha ocurrido algo. Las puertas siguen abiertas y las vuelvo a cruzar. Cojo aire. Mucho aire. Inspiro hasta que ya no me cabe más aire en el pecho. Me arqueo ligeramente hacia atrás y esucho el frotar de mi gabardina contra mis pantalones. Tenso todo el cuerpo y me doblo hacia delante muy bruscamente mientras ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHHHH!!! descargo todo el aire en un seco, potente, desgarrador grito. El silencio se resquebraja en pequeños cristalitos. La tienda vuelve mi alarido tan nítido y anguloso como lo demás. El sonido rebota en las paredes, en las baldosas, en la máquina de tabaco, en las chocolatinas. Sigo gritando salvajemente. Me mareo por la falta de aire y por la sensación tan intensamente irreal, y a la vez tan definida, tan perfilada, que llega a mi cabeza. El sonido está lleno de aristas y de filos. La dependienta ha desparramado las chocolatinas por todo el mostrador del susto. Ahora me mira sorprendida y muy confusa. Ella esperaba, pero no esto.

Me callo de golpe. La ola de silencio llega tan violentamente como se fué. Casi se oye como se expande por todo el local. Tambien se podría oír el crujir dentro de la cabeza de la pobre mujer que sigue agarrada al mostrador para no caerse. Yo giro sobre mis talones haciendo un sonido perfecto y -Tap, Tap- salgo otra vez a la calle. La noche sigue oscura y mágica. Me quedo un momento saboreando su misterio y su calma sobrenatural. No oigo como se cierran las puertas de la tienda, porque el sonido de noche es diferente. La noche lo cambia todo, en especial a las personas. ¿Por qué será?

Un comentario sobre “Nocturno Primero”

  1. Bueno, primero que nada decirte que estamos a 2 de Julio de 2007 y entre eso y otras cosas como que solo has escrito una vez en vorem supongo que no leerás este comentario.
    Pero es que tu texto me ha encantado. Me ha gustado por que es desagarrador como el grito, es poético, sencillo, y luego por que me he reido con la última parte bastante cómica. Es genial, en serio. Ojalá sigas escribiendo en algún lugar por que la idea me encanto. Felicidades

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