Nuestro último e íntimo refugio.

La agilidad mental y la aparente sencillez son siempre muy necesarias para enfrentarse a una hoja en blanco y comenzar esta especie de “maratón” que es la escritura cuando las mayores trivialidades del mundo pueden convertirse, gracias al estado de gracia en que nos encontremos, en un texto, tanto explícito como implícito, que sirva para crear nuestro último e íntimo refugio de las palabras. Un último e íntimo refugio donde cobijar nuestra Imaginación en estos tiempos convulsos donde tanta simpleza literaria abunda en las librerías.

Pero este nuestro último e íntimo refugio no debe ser jamás un círculo cerrado en nuestro propio yo (porque entonces seríamos una especie de “autistas” literarios) sino una puerta de escape necesaria para practicar nuestra comunicación humana.

Conociendo bien hacia dónde nos dirigimos con nuestras palabras, podemos ser capaces de crear una verdadera realidad que nos transforme en “detectives históricos” y, de esta manera, hacer que nuestras historias diarias se conviertan en una verdadera creación; algo así como conseguir transformar a un montón de “carbón quemado” en un verdadero montón de “diamantes” dialécticos donde tú, él, ella y yo, podamos interpretarnos entre la poesía y la nada. Todo consiste, sencillamente, en crear un mundo nuevo que destruya a la incomunicación social.

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