Escalones que cruzaban
la pausa de los abrazos;
sórdidos por tanto vicio diluido,
por tanto pesar manifiesto y
atrapado. Triste y escondido.
Por una pausa desnuda de palabras y disfrazada de
silencios.
Escalones que tropezaban contra el tiempo, contra el milagro de amanecer
cada día pensando
en la simpleza de intentar
sobrevivir irresuelta en
realidades borrascosas, como aquellas cumbres.
De contrabando.
Por el manto grisáceo de la luz atropellada.
Pensando en caminos que
desembocaban
en vertientes
que nunca encuentran fiel
destino. Que no logran ser perpendiculares.
Aguas turbias de una
génesis fantástica de poderío mayor,
que se escondía tras los agravios del
azar opuesto;
frente a las estrellas polisémicas
que iluminaban el reflejo
de la soledad; Opaca y princesa:
copa, vidrio, agujero
y jazmín.
Inocente dolor sin inocencia.
Carencia de sentir sin poder
sentir. Desmanes. Escalones de regreso
que prometían cuerdas vocales eclipsadas por
palabras en tropezón, el final.
Opaca y princesa.
!Muy bueno Celeste!. Co0n gran profundidad de análisis existencial esta tu propuesta reflexiva que abarca la inocencia de un dolor semioculto en los escalones. Opaca y princesa… virtual y equilibrada metamorfosis de la copa en vidrio y del agujero en jazmín. Veo en tu texto esa tu génesis creativa de hondura en las polisemias. Un besote, Celeste.