Hoy, miércoles 23, he podido visitar finalmente el Palacio.
La visita es impresionante, no sólo por la belleza del Palacio y sus jardines, sino también por la erudición del guía, que iba intercalando textos tanto en poesía como en prosa en la exposición que nos hacía de la historia y de la descripción de las riquezas que guarda en su interior.
Son muchos los personajes famosos, incluso reyes, que habitaron en esos terrenos antes de la construcción del Palacio que ahora existe. Esos terrenos han pasado por muchas manos antes de su adquisición por los Duques de Alba para la construcción del Palacio.
En el interior, y una vez visitados los jardines y el patio que a veces se ha podido ver en televisión con motivo de algún acto oficial, se accede a la parte que habitó la Duquesa de Alba (la de Goya) a través de la escalinata original, impresionante, flanqueada por piedra gris.
Y luego hay una serie de salones, que son lugar de trabajo para los militares adscritos al Cuartel General del Ejército de Tierra, y que sólo están libres para poder visitarlos los miércoles, siempre que no coincidan con algún acto oficial. Es decir, como nos decía el guía, es un Palacio “vivo”, que se nota que está habitado y que no es un museo.
Entre las notas históricas que me han llamado la atención está la del fallecimiento del General Prim, herido cuando salía del Congreso para dirigirse al Cuartel General. Sus heridas, en principio, no revestían gravedad y pudo llegar andando a su destino, pero debajo del uniforme militar llevaba un chaleco de piel de oso y la herida de proyectil que recibió en el pecho, algo más abajo del cuello, se infectó por habérsele incrustado parte de la piel del chaleco, produciéndole una septicemia de la que no pudo salvarse. Fue una venganza por traer a España a Amadeo de Saboya. Hay una canción infantil que dice “En la calle del Turco (actualmente calle del Marqués de Cubas) le mataron a Prim, sentadito en su coche con la Guardia Civil”.
Hay detalles modernos en el Palacio que se han disimulado con el fin de no restarle su carácter original: por ejemplo, algún radiador está encastrado en las maravillosas chimeneas que existen en los salones, hay unas puertas acristaladas en otro salón que esconden un “artefacto explosivo” que es el ascensor de los Generales…
Todos los militares que atienden a las visitas para la comprobación de sus documentos de identidad antes del acceso al Palacio son muy amables, lo cierto es que se siente uno a gusto dentro del edificio a pesar del carácter bélico del mismo. Me ha dado la impresión de armonía.
Con tu descripción me sobra para que , cuando pueda visitar de nuevo Madrid, tenga un miércoles libre para ir al Palacio. Yo no lo conozco por dentro pero por lo que dices debe ser una bonita experiencia visitarlo. Cuando pueda lo haré y cotejaré tus excelentes datos investigativos. Abrazos, Carlota.