¿Para qué queremos tantas fronteras?

Los que dirigen este mundo siguen empeñados en su afán enfermizo -enfermizo afán- de ir montando fronteras como si estuviesen levantando barricadas para hacerse dueños de sus riquísimas producciones. Producir fronteras es la megamanía de todos los poderosos de esta Tierra. ¿A quién le pertenece, en verdad, la Tierra? Estoy pensando en Dios pero hay preguntas que sólo contienen una respuesta. ¿Para qué queremos tantas fronteras? ¡Para nada que nos ennoblezca como seres humanos!

Pero, al parecer, a los poderosos de esta Tierra les entran megamanías extrañas porque, al final de sus vidas, ¿se llevan alguna de esas fronteras a sus tumbas?. Mientras viven no les interesa ser compatriotas de los seres humanos que en este Planeta están sufriendo ni les interesan ser seres humanos con corazón universal. El propósito de todos los que ostentan los poderes políticos del planeta azul es construír continuamente fronteras construidas para luego se cambiadas por otras. Leed la Historia de la Humanidad y os daréis cuenta de este absurdo.

¡Tener más fronteras! Esa es la ambición de todos ellos. Y la pregunta sigue latiendo dentro de nosotros. ¿Para qué queremos tantas fronteras? Es trágico, patético y hasta grotesco (si no fuese por el dolor de muchos) esta denigrante manera de desgajar la comunicación humana. Quizás es que la Historia de la Humanidad se ha estado formando (por lo menos hasta ahora) construyendo fronteras, derribando fronteras, construyendo otras fronteras, derribando otras fronteras, volviendo a construír y destruír fronteras como “puzzles” que siempre han dificultado el aprendizaje de la Geografía Humana. Todo parece consistir en complicar los estudios de los chavales que ya no saben verdaderamente a qué mapa de fronteras referirse a la hora de aprobar la asignatura pendiente: la Comunicación Humana.

¿Para qué queremos tantas fronteras? Quizás solamente para tener que estar continuamente cambiando nuestros conocimientos, comprando libros distintos cada año, hasta llegar a la conclusión de que no somos de ninguna parte; de que las personas son distintos a los animales y que, comparando a los animales con las personas, aquellos salen ganando. Quizás ser un animal pudiera ser más ventajoso que ser humanos separados por las fronteras de la ignominia, de las lágrimas por tantos muertos caídos por culpa de las fronteras y del dolor. Por ejemplo, el señor Vladimir Putin, como sucede con otros miles de señores poderosos, es uno de esos constructores de fronteras sin tener en cuenta la ignominia, las lágrimas y el dolor.

¿Para qué queremos tantas fronteras? Supongo que las construyen para poder pasar a las páginas de la Historia de la Humanidad como hombres importantes; algo así como los actores principales (nada de secundarios ni de extras sino principales) de una película mundial que se llame “Los Insaciables”; lo cual es una manera de pasar a las páginas de la Historia de la Humanidad y los libros de los colegiales. Los niños y las niñas no podemos comprenderlo. Son los “puzzles” del poder.

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