Tu rostro, en el callejón de las sombras, es la viva imagen del miedo a lo desnocido… pero pasas por alto todo el alambique de las dudas y en lugar de refugiarte en las oquedades de las indecisiones saltas hacia adelante y te introduces, repentinamente, en los auspicios del yin y del yan. Y es que tu persona te encumbra hasta la categoría de lo aventurero, hacia el destino de los astros y de las velas henchidas de luz y viento… y desaparece el temor dejando paso al descomunal misterio.
Tienes suerte. Borras tu pasado y te lo llevas hacia el futuro por partida doble: el silencio en que te marchas dejando la incertidumbre en el ámbito de un lejano amanecer y la apuesta voluntaria por realizar una vuelta entera a todos tus sueños. En las plazas por las que paseas la gente te observa y cree poder tener influencias sobre tu vida. Pero no. Tú eres mucho más libre que todo eso y continúas siempre adelante, con la sangre en el pálpito de tu enorme caparazón y una mochila llena de gestos personificados.
Eres aventura sin más. Misterio de idas y de vueltas, de descubrimientos continuos. Y te sigues ensoñando con el afán de alcanzar el lenguaje silencioso y mistérico de lo muy personal, para seguir alimentándote de mito libertario. Fuera de todo lo común te encuentro siempre en el sitio exacto donde las amapolas refrendan que hay en ti un sentimiento andante y una reaparición continua en medio de las brumas. Por eso yo siempre digo: “Estás aquí para no quedarte”. Y te guardo dentro de mí, dentro de todo lo sostenible en este mundo de silencios.
Palpitante corazón es siempre una incógnita que me sorprende diarimente. Tu texto me lo ha hecho recordar. Gracias