Paseando por Molina

Desde la acera, al albor de los geranios de esta calle Mayor, una esplendorosa mañana primaveral camina entre el bullicio de la atmósfera rompiente. Me entran ganas de abandonar la tarea de encender el pensamiento y quedarme buscando al nuevo hombre, como hacía Diógenes con su espíritu y aquel Sócrates que practicaba su filosofía mundana platicando en las ágoras atenienses. E imbuido de ese espíritu socrático me entrego sin disimulos a la cháchara con el recuerdo de viejos amigos que viajan en el tiempo. Una mirada y un saludo a los espejos de la vida.

Entre tanta plática al estilo Mediterráneo, después de fumar tres cigarrillos al viento, se me hace la hora del aperitivo y me encuentro mirando la desolación de una obra en construcción que está ahora abandonada. Antiguamente, en la época de nuestros abuelos y nuestros padres, los españoles miraban a los albañiles haciendo sus grandes obras. Era una rancia costumbre española. Ahora hay crisis del ladrillo. Las obras están paradas. Dicen que el sector inmobiliario es, en este momento, como aquella matrona de Almudí que quitaba la teta a su propio hijo para dársela al foráneo.

En la plaza del mercado veo cosas superpuestas y me pregunto a cómo estará el medio kilo de merluza. Prosigo el paseo. La plácida mañana invita a la meditación y la mirada se dirige a un grupo de chiquillas quinceañeras que pasan por mi lado riendo por cualquier cosa. Bullagueras. Son las niñas primavera. Teenagers las llaman los norteamericanos. Son un canto a la vida mientras recuerdo conversaciones metafísicas con mi amigo Ramón acerca del todo, la nada y el lenguaje de las cosas.

Pero las cosas son tal como las vemos. Tras los cristales del bar donde estoy tomando el aperitivo la suma del mundo de las miradas me trae a la memoria aquel verso inicial del célebre poema: “Por una mirada un mundo”. Comencé a ponerme romántico, porque cuando me pongo poético me acuerdo de los atardeceres en un malecón de una ciudad muy lejana donde me sentía viajero de la vida mirando al mar y a las últimas luces del ocaso del día.

Vuelvo a Molina. Vuelvo a esta mañana. Vuelvo a Diógenes. No al Diógenes de Laertes del siglo III de nuestra era cristiana, sino al otro Diógenes, al alumno de Antístenes, al del siglo IV antes de Jesucristo, a aquel Diógenes cínico que llevó al extremo el desprecio por las riquezas y las conveniencias sociales hasta llegar a vivir en un tonel. Si yo fuese ahora mismo Sócrates redivivo, volvería a interrogarme por las señas de la vida con este interlocutor llamado Tiempo. Pero soy habitante del siglo XXI después de Jesucristo. Me conformo con ver el sol brillar tras los cristales del bar donde estoy tomando mi aperitivo. Las chicas quinceañeras se han perdido al final de la calle riendo por cualquier cosa. Repito. Las cosas no son como son sino como las vemos…

4 comentarios sobre “Paseando por Molina”

  1. ¿Por cuanto alquilan el tonel? ¿Es alquiler con opción a compra? ¿Es un loft-tonel o la habitación va por separado? Creo que ese tonel se parece mucho al tonel donde vivo. Por cierto, todavía no he recibido la ayuda tonel joven.

    ¡Ah!Un día sueño con tener un tonel en propiedad y una hipoteca a 40 años hasta el día de mi muerte, intereses a parte.

    En vista de como anda el ladrillo, los toneles son la mejor opción.

    Suerte en tu nuevo hogar ¿No será un tonel?

    Je je je :-))

  2. !Hola amigo Only!. !Qué bueno volver a saber de ti!. !Están muy caros los toneles por estos mundos de Dios!. Habrá que ir buscando… el buen tonel de duelas resistentes para poder hechar un sueñecito dentro de su “barriga”. !Qué feliz vida la de aquel que huye del mundanal ruido y encuentra un tonel con la chimenea encendida que le sirva de calor, alimento y abrigo!. Bueno. No es así el poema pero tal como está el ladrillo mejor es ir buscando toneles donde poder ubicar nuestras historias personales. Ahora estoy en Molina de Segura (mi trabajo me obliga a ir cambiando de residencia de vez en cuando) pero espero volver a tener “conversaciones virtualmente imaginarias” contigo, amigo Only, en algún puerto de alguna lejana ciudad como Shangay, Sería formidable estar viviendo allí y jugarnos unas partidas de mus o de póker dentro del tonel de algún “diógenes” despreocupado. Bueno, Only. Si. la verdad es que las cosas no son como son las cosas sino como vemos que son las cosas. Vaya paradoja más sistemática. Hoy he visto a mi perro Toby buscar una pista “escondida”. Al final ha encontrado a la linda perrita de la vecina. !Y yo que pensaba que estaba buscando un tonel donde esconder su hueso!. Un abrazo Only…

  3. !Qué feliz vida la de aquel que huye del mundanal ruido y encuentra un tonel con la chimenea encendida que le sirva de calor, alimento y abrigo!

    ¡Ah, un viejo tonel cómodo y hogareño en la ciudad invisible, Diesel, cóndor, dónde nos echemos unas partidas con unas buenas jarras de cerveza! Bienvenido para una charla y unas risas.

    Más allá de Shangai, más allá de las cumbres del Himalaya, más allá de kamchatka.

    Allá donde se está bien, allá es la patria, decía otro viejo poeta.

  4. Y por acá también, amigo Only… por acá también tenemos un tonel dentro del alma donde la cerveza corre con su espuma refrescante y hay café para todos los que encuentran hogar dentro de él. !Un abrazo virtual, compañero!

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