Pieza maestra

Todavía no acaba de llover; un hombre arrastra su humanidad hasta la recepción.
-Buenos días Rosita, como sigue. Bien Doctor De Icazar, ya mejor.
-Y su niño como está.
-Bien grandote, ya esta en segundo de Kinder.
– Ah que bien, ese pequeño balín, antes era un chicharito. Y bien, ¿que pendientes me tiene?
-Ya vinieron a traerle los paquetes de Ativan, Diazepam y las cajas con barbitúricos, lo rosas. También le tengo los reportes de las pruebas con la del 37, y el anexo del diagnostico.
-Bien, bien.
De una puerta al fondo se aparece una figura embutida en el gabán y sombrero, aleteando el aire con sus palmas largas y de esquisitas formas. Es una combinación de sepulturero y profeta.

-Hola mi doc, ya listo para ver a la de la 37 – pregunta
-Como estás Javier… bien, pasemos ya, tengo una cita con los familiares de la chica de las manzanas.
En la tiniebla del pasillo, iluminado por la sórdida luz que lucia cual candelabro de tiempos anteriores se abren paso, enfundados en sus batas blancas.
Recorren los pasillos, y admiran a sus inquilinos; y no es para menos. De cada una de sus criaturas muy bien su historial conocen; y no solo eso, también sus sueños, sus fantasías, el color y la música que respiran cuando entran a su teatro mágico. Muchos solo están por males sicosomáticos; otros parecen haber llegado a casa después de un largo viaje.
El suelo está lleno de plumas; hay una pequeña ventisca con olor a brisa de mar proveniente del malecón de un río lejano. Y ahí esta ella, podría ser una figura esculpida de barro, como de artesano de la edad de bronce, tal como aquellas que se agarran las rodillas con los brazos, esperando a que se seque el mar o que se apague la luna. Mas está ahí sin ser ninguno de esos casos; la inmunda charola de lamina donde le dejan los despojos para saciar el hambre que nunca tiene. Un cucaracha en la esquina desfila, segura de que no será aplastada por su compañera de cuarto. Todo está quieto, mas no en paz. Se oyen claramente los alaridos de sus vecinos; no es muy grato hallarse aquí aunque el tiempo aquí inmóvil hace todo más ligero. Con un puño de plumas en sus manos aun oculta su cara adornada con cicatrices aun frescas, esperando pacientemente la revisión de rutina. No se sabe qué hora es, pero siempre está lista para cuando llegan. Entonces, por la hendidura a través de la cual recibe su alimento se asoman unos ojos meticulosos y serenos. No se oyeron venir pues sus pisadas se ahogaban con los demás llantos y gritos.
Se abre una escotilla; luego la puerta. Se perciben unas palabras familiares para ella pero ininteligibles de cualquier modo. Otro rostro familiar, con esos ojillos acuciosos hacen su aparición en el rellano de la puerta. Intercambian los expertos unas palabras más y entran.
Ahora estás en las entrañas de esta cripta con hedor a nosocomio.
-Como sigues hijita. Veo que ya se mosquea tu charola… Pero dime algo, mijita, como le vamos a hacer contigo- Espera la interpelación de su “mijita”, que cree nunca haga; aguarda y nada.- No lo entiendes verdad. Ya nos hartamos de decírtelo, no, no, no!…-gruñe- No veo forma de que te hagamos entrar en cordura, de que te enderecemos. Y no me vengas con ese vericueto otra vez. Los calmantes no se te darán por siempre. O ya se te olvido como estuviste la vez pasada?- Abre la carpeta que llevaba bajo el brazo cuando entro, que parecía adherida a su cuerpo y saca un fólder con hojas, muy grueso
-Leamos- dice con un tono inquisitorio, de veredicto: “Paciente femenina de 23 años aproximadamente es ingresada luego de los hechos acontecidos en… y que sufre de trastornos mentales tales como trastornos de ideas delirantes, actitud hipomímica e hipobúlica, según consta del diagnostico psiquiátrico realizado en el Hospital C… asimismo, se tomó la declaración de la presunta enferma mental la cual dijo su nombre, vivía con la madre del hoy occiso… su mamá y hermanas.. y declara en los autos haber sido “angel de la guarda” de los finados; también señala que dicha enfermedad psiquiátrica la incapacita,… se refieren sensaciones acuciantes… posiblemente activado por un episodio erotomaníaco,…es internada para ulteriores evaluaciones ya que…
-Lo ves, que coños es esto!! -prorrumpe en cólera el otro- sabemos, todos sabemos, hasta tú, que estás enferma, pero no existe justificación para tus actos y… okay, okay, digamos que la paranoia aguda explica en parte tus actos; de hecho no importa que te hayas escabechado a los siete, casi toda la familia; tampoco importa que hayas hecho un estupendo trabajo quirúrgico con el serrucho de carnicero, ya hemos visto esto con otros bajo los mismos trastornos sicosomáticos; inclusive que usaras el cianuro de hidrogeno de forma tan magistral como abominable, pequeña boticaria. Pero no entiendo porqué te obstinas tanto en esa idea estúpida… bueno, vaya, como nos vienes a dar en la madre con esa chingadera del ángel!…
-Perdón Manuel, pero nada más ve como está la chamaca de dañada, no le hagamos mas pesado esto, no arruinemos más a nuestra linda gallinácea.
-Oye- chasquea los dedos como para llamar su atención sin lograrlo- oye lo del ángel no podemos creértelo, sencillamente por que no hay razón, no hay lógica, en lo absoluto no hay razón y no es posible, vale?.. Así que no te desvivas más para impresionarnos con ese cuento chino otra vez por favor…-
La chica levanta la cara, y quiere decir algo; sus labios tiemblan masticando unas palabras, casi musitándolas. -Era inevitable…iba a ocurrir de uno u otro modo…la luz, ese silbido, la luz…-
-Que!? Por que no te alcanza la lengua, dímelo, habla! Porqué los liquidaste, no lo vas a decir? Cual fue la razón, escupe. No te entiendo, dices eso y luego ni pío.- Alega el medico ya exasperado
-Ya le dije- responde ella con un timbre sereno, y mirada de desquicio-era lo único que se podía hacer, imposible de otro modo…necesario en si mismo…lo ve, en eso se cifra mi paradoja..era necesario… absolutamente necesario.
-¿Qué? No te entiendo, cómo?- responde el medico con esas manos que le sirven para remar en el aire, turbado por la respuesta súbita de su pequeña gallinácea- Lo ves, ya no respondes, siempre tan cerrada, tan enigmática, y se te acaba la cinta.
El rostro demacrado, adornado con esos estigmas de la fiera lucha contra sí misma ahora se sumerge de nuevo en la penumbra, pálido entre las sombras. Trata de batir un poco sus alas desplumadas, que compensa con muecas que trastornan ese bello aunque antes sereno rostro. Entonces recuerda, ¿qué recuerda? Lo suficiente,¿porqué lo hace? No quiere saberlo. Sí, recuérdale serrucho, embadurnado con sangre, y la espuma verde en la boca de los padres del pequeño; sin embargo, también recuerda la luz redentora que envolvía a esa feliz familia, con su aura blanquecina que todo lo impregnaba. Sí, eso recuerda; el cándido cobijo en ese almidonado hogar: las tartas de fruta, al albaricoque untado en las tostadas de todas las mañana, los chicos engolosinados con su confitados, los bellos cuentos relatados todas las noches para llevar a los pequeños al reino de Morfeo; pero recuerda y todo se nubla de pronto, una triste celosía la arrebata. Ahora yace aquí, sin libertad, sin familia a la cual cuidar, con el mínimo de cordura y la esperanza quebrada en pedazos.
La cara del ángel ha regresado ya a su mutismo; los siquiatras ahora salen de su celda, para recluirla de nuevo en esta cámara sepulcral del desatino.
-Bueno, Maunuel es una lástima, tan bella y tan desgraciada; su vida manchada por el velo de la muerte en este maldito hospicio de la risa.
-Pero mi doc, por Mefistófeles, ya llegó esto muy lejos, no lo podremos contener.
-Así es.
-Bueno, entonces que haremos.
-Nada.
-Solo nada.
-Si, nada.
-Me lleva… y que será pues, cuando se vuelva una pandemia.
– Esa es la razón por la que estamos aquí.
– ¿Cuál?- pregunta totalmente contrariado
-Para ser fieles testigos del exitus fatalis, de lo que será este pandemonium…
Ellos dos saben que su charla ha terminado; talvez repitan y discutan lo mismo del paciente de la 58, o los otros del pabellón oriente del hospital del Centro. Caminan hacia el exterior. Se sienten apretados en esas percudidas batas, les molestan. Por fin se las quitan, porque saben que no es muy cómodo andar con las alas plegadas por tanto tiempo debajo de la ropa, las extienden un poco, y afuera del edificio las sacuden, se elevan y emprenden el vuelo vertiginoso a su próximo destino, de alejan, se alejan más, desaparecen casi, un punto, nada.

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