Tras la escaramuza de
una isla inmaterial
que escapaba a toda
logica, fiel y
explicativa,
me preguntaba,
vertida en el lenguaje
de la noche
si existia o no
la realidad.
Vaya sorpresa.
Esa clase de
absurdos ya no
se cuestionan,
respondio una voz que no existia.
Ajenos, por la ventana,
se vislumbraban cuerpos
afligidos por alguna minucia
hipermoderna,
por la marginal desventura
del vacio exagerado.
Yo permanecia.
Horas mas tarde,
el artificio sellaba
un escapulario con ermitas
recortadas, con granos de
algun mineral.
Minutos antes,
ayer habia renacido,
era, otra vez,
el dia despues de hoy.
Nadie permanecia.
Penso que los
rieles del tren,
que impulsaba aquel escenario
de panico, demoraba sin culpa
la genesis de un advocado
espacio no terrestre. Era de carton.
Estaba tan cerca el mundo meca.
Eramos estrellas
del anonimato de neon.
Eramos exaltada goma de pegar,
pintura acromatica,
jarabe en minutos.
Eramos la dimension implicita
de la angustia,
y el mundo explicito de
la lluvia anunciada, de la
masa y el ideal,
de la cultura embotellada.
Entonces,
la realidad, al igual que el infierno, no era
momento, ni lugar, ni cama,
ni aviones, ni mesa, ni floreros.
Era el casco dorado de la perdicion
circular. Del balloon, la estrella
y la pantalla quimerica de lo entendido
como light.
Era en tu interior un espacio urbano lleno de figuraciones quimérica y aunque nadie permanecía tú estabas luchano por permanecer. Y en esa tu permanencia entre lugares de lo entendible adivinabas la existencia de ese light a lo modernizante. Y escribiste, Celeste. !!Y escribiste de manera sensacional tus sensaciones!!. !Un beso por tu manera de sentir lo urbano!.