Fernández, Carrasco, Legrá, Durán, Velázquez, Rodríguez, Calvo, Heredia, Folledo, Galiana, Ben Alí, Sombrita, Urtaín, Kid Tano, Young Martín, Leblanc… época dorada del boxeo español… una épica que arrancaba desde los tiempos de Baltasar Sangchilí y Paulino Uzcudun. Algo así como una burbuja llena de glorias que se harían legendarias intentando ahuyentar el hambre y la sed de hacerse mitos entre los cuadriláteros de las doce sogas. Alguna vez, pensaba yo, llegará el momento en que todo esto será solamente un recuerdo para los viejos aficionados del Campo del Gas, la Plaza de las Ventas y el Palacio de los Deportes (de Madrid todos ellos) en medio de esta jerga de upercouts, crochets, jambs y demás golpes a la vida. Yo resistía al afán contradictorio de ser o no ser alguien importante en mis oficios.
Duro oficio aquel del boxeo cuando los campeones se sucedían unos a otros sin otra cosa más que hacer que lanzar golpes para vencer, perder o quedar nulos ante el “miedo escénico” de saberse observados por miles y miles de aficionados y alguna loca aficionada que se atrevía a mezclarse entre los hombres. Mientras unos ascendían al podio de los coronados o entorchados, otros iban cayendo. Los años se sucedían entre el monótono abrir las hojas de los libros de estudio (en blanco y negro solamente y sin fotografías a color), y estudiar la mejor manera de ser un superviviente. Y mientras a mi hermano mayor le engañaban en el gimnasio dorándole la píldora de su ego diciéndole que sería campeón mundial de los mediocres… yo seguía con la gimnasia sueca aprendiendo, de paso, que Juan de la Cierva y Codorníu inventó el autogiro, que el conde de Turienzo había pasado a los libros de la Historia aunque no era de Turín y cosas así.
Nota Aclaratoria (para quienes no lo sepan): Juan de la Cierva y Codorníu, murciano de España, inventó efectivamente el autogiro y el conde de Turienzo, efectivamente, pasó a la Historia pero no era de Turín sino de León, en España.
Mañana seré otra vez poeta…
Da lo mismo Conde de Turienzo que Marqués de Turienzo. Lo aclaro para definir que el título nobiliario es, en este caso, igual de efectivo sea Conde o sea Marqués. El caso es que en mi memoria tuvo cabida todo el texto.
Época Dorada la he visto, vale el lapsus, quise escribir leído, como una gran metáfora sobre la supervivencia, sobre los falsos brillos, los falsos honores, las diferencias con tu hermano, además de conocer todos esos nombres eras poeta, no mañana, mientras escribías esto.Saludos.
Insisto en que interpretas muy bien los textos, Flama. Sí. Efectivamente fueron situaciones “escénicas” de una infancia libre…