La brisa hacia temblar la llama del mechero, con el que Jesús intentaba encender el cigarrillo. Las manos algo sudorosas, no mantenían un pulso firme, sus ojos se resacaban y eso le hacia parpadear una y otra vez, una y otra vez.
Monse lo miraba detenidamente, lo observaba, analizaba todo aquello que estimaba oportuno para deducir lo que le ocurría.
Llegó con la chaqueta fría, casi húmeda, pensó que llevaba rato vagando por la calle.
Se fijó en su pulso, en sus ojos, en la manera en que se sentó sin querer reposar la espalda en el sillón, y con las piernas juntas y los pies de puntillas aunque llegase de sobra al suelo, algo inclinado hacia adelante.
No articulaba palabra alguna así que Monse decidió ir a preparar un poco de leche caliente con miel y cacao, pensó que al menos eso lo ayudaría a conciliar el sueño.
Cuando volvió al gran salón de muebles antiguos en tonos caobas vio que Jesús estaba de pie frente a una gran cristalera que alcanzaba desde el suelo al techo, observando la lluvia golpeando el cristal y fumándose, más tranquilo, su cigarrillo.
Así de espaldas parecía incluso más alto.
Empezó a recordar en como la encandiló al conocerse.
Fue un verano como otro cualquiera, yendo con sus amigos a las típicas quedadas en grandes plazas a las que iban sobre las nueve de la tarde a planificar donde saldrían el fin de semana.
Un viernes que llegó algo mas tarde de lo habitual, vio de lejos un chico alto, moreno y fornido, que no le resultaba familiar.
Cuando se acercó fingió no haberse fijado hasta que uno de sus amigos la llamó para presentárselo.
– Monse, mira te presento a Jesús. Es un colega mio desde hace tiempo que vivía en Barcelona y se ha venido a estudiar aquí.
– Encantada. -le dijo mientras se daban dos besos en las mejillas- ¿y como que te ha dado por venir tan lejos a estudiar?
– No sé, se me ha dado la oportunidad y aquí estoy. Ha sido todo un poco una locura pero bueno, hay que salir de vez en cuando de tu ciudad natal y ver mundo ¿no?
– Si, si. A mi me hubiese encantado viajar, pero con el miedo que le tengo a los aviones, no puedo llegar muy lejos.
Rieron a la vez, y mientras se les apaciguaba la risa se miraron a los ojos de una forma inusual y extraña para ella. Se fijó entonces en ese hoyuelo que le salia en el lado izquierdo del cachete poco mas allá del labio, y quedó prendada.
Un chico tan guapo, simpático, valiente y cordial no podía ser real, y estaba allí frente a ella.
Jesús se dio la vuelta y entonces Monse reaccionó, se acerco a la mesita que había al lado del sillón y dejó la bandeja con el vaso de leche y la miel.
– Un poco de leche caliente.-dijo ella, ofreciéndole el vaso con un gesto torpe y turbado.-
Jesús la miró fijamente a los ojos mientras se le acercaba y le dijo:
– ¿Me dejas dormir contigo? No es una insinuación, solo es que no quiero dormir solo.
El|a titubeo pero asintió con la cabeza.
Me gustó el relato. Es bueno el argumento y el final queda abierto para la sorpresa de las imaginaciones varias de cada lector. Muy interesante porque además de sencillo es muy comprensible y tiene credibilidad. Excelente relato.