Por los caminos del tren (cuento muy breve)

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“-¿Qué hace el tren cuando llega al final del mundo?
– El tren siempre vuelve, Juan..”

(Esta introducción que hago al presente texto inédito pertenece, señor Don Luis Eduardo Aute, y dejémonos de amnesias que ya sabes por dónde van los tiros filipinos… pertenece a un Relato titulado exactamente “Por los caminos del tren” y son sus legítimos autores yo (José Orero De Julián “Diesel”) y Ella (Liliana Del Castillo Rojas “La Gaviota Roja”)… ¿queda entendido cantautor de tríos para las camas redondas?. !!!Eso no te lo crees tú ni aunques estés borracho con Joaquín Sabina, el Cojo Andaluz y el Gordo Rafael Amor como cohorte!!!.

Pues ya está. Ahora el presente texto es un brevísimo cuento que titulo con el mismo nombre para que se enteren los mendas citados. ¿Ya sabes quién soy Aute?. Pues si no lo sabes pregunta a Leonor, la esposa de Fernando Del Castillo Rojas que la conoces muy bien. Ella te dirá la Verdad de mí, “so penco” y deja de perder relatos ajenos en camas de hoteles de cinco estrellas). Y pido perdón a mis lectores y lectoras pero es necesario hacer justicia y “cada uno con la suya y con sus relatos”.

Y PUNTO.
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Por el mundo de los trenes, en aquellas estaciones vacías que habían quedado del pasado, los vagabundos cenan. Un poco de sopa de ajos (robados de la tienda de ultramarinos) y una cazoleta de café caliente para calentar el hambre…

– Gervasio… ¿sabes tú dónde quedaron los tiempos del Tren de Arganda?.
– Samuel… yo creo que habría que preguntárselo al tonto del arrabal…
– ¿Y dónde vive el tonto del arrabal?.
– Dicen que duerme siempre debajo de un puente…

Los dos amigos charlan mientras los vagabundos siguen pasando frio junto a los raíles del tren, sentados entre las traviesas, y jugando a las siete y media con la baraja española.

– Vamos a intentar descubrirle Samuel.
– No hace falta. El tonto del arrabal está soñando…
– ¿Y qué sueña el tonto del arrabal, Samuel?.
– Sueña con su princesa…
– ¿Es que un tonto puede soñar con una princesa?.
– Eso he aprendido estos últimos meses.
– ¿En qué escuela has aprendido eso, Samuel?.
– Verás Gervasio: lo he aprendido en la Escuela del Amor.

Los vagabundos duermen ahora, metidos en sus camas de cartón, dentro de la vieja estación abandonada. Hace frío. Mucho frío. Y por los cristales rotos a pedradas por los pandilleros que les persiguen, se cuela el viento.

– Gervasio… yo he aprendido a llorar…
– ¿Por quién?
– Por quienes pasan hambre de amor… y necesitan robar para un par de cafés con leche y alguna cajetilla de tabaco… mientras se congelan en una estación cualquiera de cualquier lugar del mundo.

El tonto del arrabal sigue soñando debajo de un puente… allí donde la noche no puede penetrar de tanta oscuridad que existe. El tonto del arrabal sueña fumando…

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