Preciosa mía. Tan íntima y extraña al mismo tiempo. Tan preciosa y tan mía. Y sin embargo distante, como el paraíso o el infierno. Preciosa mía. Mi rincón salvaje donde puedo ser libre de nuevo. Preciosa mía, mi honda. Mi más honda que los misterios del fuego, que nadie en la tierra comprende.
Sabes, preciosa, ¿sabes?, cuando me canso de mi, quiero pensar en ti, hacerte cierta, sentirme pleno. Quiero quererte aunque nadie quiera que te quiera. Preciosa mía, hembra hermosa por voluntad unánime del universo.
No temas, solitaria compañera, no temas. Yo conquistaré tu centro mismo y extenderé tus periferias. Alguien quizás se sume, importa mucho eso, cuando derrote tu soledad.
No temas, ciega, no temas. Juntos veremos como asciende el humo de la maldad hasta oscurecer casi… de hollín el sol. Junto a vos, algunos brillaremos, encendidos, cuando arda tu verdad en el planeta.
No temas. Es cierto que soy argentino apenas, pero… ¿acaso no ama Dios las paradojas? Alguna vez, ya lo verás ciega, construiremos contigo cárceles sinceras, cárceles al revés.
Preciosa mía. ¡Justicia! mi razón de vivir, mi añorada, mi tan maltratada, mi ausente, mi deseada… mi amada Justicia preciosa. Cuando sea tuyo y vos seas mía, seré libre y vos serás cierta. Seré libre porque me convertiré para siempre en tu prisionero. Como fuiste mi cautiva en estos años de cobarde silencio. Preciosa justicia, fui cómplice del pan escaso en el hambre de los inocentes. Callé y tuve miedo. Fui tu carcelero y verdugo y casi tu asesino… porque lo fui en mis hermanos más débiles. Fui el que no habló cuando se oprimía al inocente. Pero ahora sólo temo ser indigno de vos para siempre, o sea, indigno de haber nacido y tener la panza llena y la boca muda. Para redimirme seguiré gritando siempre, aunque nadie escuche, que los niños pasan hambre y hambre fiera, en estos tiempos y en estos pueblos, donde vos estás… preciosa justicia… todavía apagada y todavía muerta.
2 comentarios sobre “Preciosa mía”
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Estremece leerte Fabio
Mil abrazos de veras
Muy bien escrito, compañero, pero tengo que hacer una objeción porque has cometido una equivocación muy grande. Dios jamás ama a las paradojas. Lo que hablaba y sigue hablando Jesucristo no son paradojas sino parábolas. Hay que saber la diferencia que hay en eso para no equivocar lo que ama Dios. Por lo demás pues bien…