La rosa roja que llevo en mi pecho,
bombea savia de amor por mis venas,
goteando mi orgullo herido en el lecho,
y volviéndo vacia por mis arterias.
El amor que este te profesa,
hondamente horada al que escribe,
mas el murmullo interior que no cesa,
tu fino pensamiento no lo recibe.
Debo decirte mi dulce amada,
que al verte me ruborizo,
y si te quedaras preñada,
nuestro hijo sería mestizo.
Mas no me importa el color,
ni el dinero ni la cuna,
solo deseo tu dulce amor,
viajar contigo a la luna.
Si del firmamento las estrellas,
como tu cara guapa brillasen,
serian bellas cual centellas,
ojalá del cielo azulón bajasen.
Si estas bajaran y tu cara vieran,
locas sí, se volverían de celos,
siendo lógico que sin tardar fueran,
nuevamente hacia los grises cielos.
Por eso la estrella fugaz,
siempre que en la noche pasa,
me hace quitarme el disfraz,
y sentirme como en casa.
Ya he hablado mi amada,
mi amor ya es confeso,
tú no me digas nada,
deja tu amor en proceso.