Existen tantas formas de querer o amar como personas puedas encontrarte a lo largo de tu vida.
Querer reducirlo todo a unas pocas clasificaciones resulta algo estúpido, ílógico, absurdo, y terriblemente perjudicial e innecesario. (Y si me apuras, hasta inhumano)
Hay quien se deja llevar por los tecnicismos alojados en el ideario común sobre el amor, queriéndolo ver todo con sólo unas pocas opciones.
Hay quien no entiende que hay muchas formas de amar.
Que se puede ser capaz de darlo todo por una persona sin que eso signifique que tambien quieras acostarte con ella. Que puedes besar a alguien y tener la ilusión de verle al día siguiente sin que eso signifique que por esa persona darías tu vida.
Que puedes llegar a querer a alguien más que a tí mismo, o quererte sólo a ti mismo y ser incapaz de querer a nadie. Que se puede querer a mucha gente pero no amar a nadie. Que puedes amar a alguien y no querer estar con esa persona. Que hay miles de formas inventadas y otras tantas que surgen cada día. Porque el amor mueve el mundo, y el mundo son personas, cada una con una manera distinta de sentir por si misma, y cada una con sentimientos diferentes para con los demás, para cada una de las personas que conoce.
Ésto nos lleva a una forma exponencial que podríamos no conseguir calcular nunca pero cuyo resultado es obvio. Una infinita cantidad de sentires.
Porque puedo decirte Te Quiero y con ello sorprenderte innecesariamente. O puedo estar queriéndote de una forma que tú no entiendes, que no es esa que tú entiendes.
Porque puedo decirte Te Quiero y que me respondas que tú tambien, y ya nosotros nos entendemos. O pueden prejuzgar un gesto de cariño como el rasgo de un tipo de relación que no es la que tenemos.
Sólo por no entender que no hay tanta clasificación posible, sino miles de maneras . . .