¿Qué me pasó a los 16? Que mi organismo sufrió un cambio repentino y comencé a ser un extraordinario atleta de las resistencias. No es que me resistiese a crecer, porque di un buen tirón entre las chavalas, sino que a los 16 no sólo jugaba ya muy bien al fútbol sino que sabía distinguir a las compañeras de estudio que me gustaban más que a un tonto una tiza y las que no me gustaban. Así que comencé a idear historias que narraba en los tiempos de descanso en la Academia Cima. Todavía recuerdo algunas de ellas: explicaciones sobre el cuerpo humano, saber lo que era “El Platanito”, cómo morder castañas asadas, inventarme algún que otro refrán, admirar a Zapata, hacerme pasar por un pistolero, razonar en el jardín de Sabatini del Palacio Real de Madrid, aceptar algún que otro cigarrillo de las dos hermanas, estar atento a la mercaderías, soñar con Ecuador…
Fue un año inolvidable.