Receta de un mal día

Es primordial acostarse a las 4am, con la misma ropa del trabajo, para lo que se requiere un trabajo nocturno. Levantarse a las 4:45am por los ladridos de un zaguate en la calle, y volverlo a hacer a las 5:30am, seguidamente, se agita el tráfico en la calle y se mantiene un sueño incómodo. A las 11am se vuelve a agitar el tráfico vigorosamente, una vez despierto busco “desayuno”, a mis oídos llegan cucharadas de presión por parte del trabajo y familia, se calienta la conversación hasta que hierva, se pimienta con gestos bruscos y rápidos de manos, se tapa y se deja pasar el tiempo para enfriar. Se pican las “cosas por hacer” y se reparten en el poco tiempo que queda del día, se mezclan y se ponen en una olla de presión. Tengo mi tiempo cronometrado, cualquier retraso se me quema el día.

Rápidamente adobo con especias mis últimas tareas, sin embargo, el tiempo vuela y se está pasando rápido, si no me apuro se quema la principal y final de todas. Debo ir a verla, ¡temprano!. Voy por la ciudad a paso rápido, sudo un poco… pero solo un poco. Subo al bus y hay un problema con la receta, e convirtió en masa, ¿por qué?, aún no lo sé, espero unos minutos que valen oro y me doy cuenta que la masa de autos no avanza debido a una colisión. Pasan los minutos, y peleó con el sueño. Finalmente llegué¡¡¡… no está ella. La espero mas no está. Sin darme cuenta, en mi cocina caen gotas amargas, me doy cuenta que hay más pimienta de lo tolerable y hay un sabor a tristeza. Me devuelvo en bus nuevamente.
Paso por el centro de la ciudad y me detengo a comer. La silla al frente me comenta que la receta tiene un olor a soledad. Le asiento con la cabeza y continúo con la comida. El silencio se agrega poco a poco gradualmente. Ya casi está hecho. Termino de comer y pienso en ir a recogerla después de clases de la universidad, tal vez podamos salir. La espero en la parada para sorprenderla. Sin embargo un acucharadita de mala suerte aparece, un muchacho…, un mendigo…., no, no, no, ojalá lo fuera, ¡un drogadicto! Me pide una moneda, se la doy mas me pide otra, se la doy. Quiero evitar problemas. Insiste, es como un maldito parásito. Con una mano dentro de su maltratada camiseta quiere hacerme creer que tiene un cuchillo, suena los dientes como perro rabioso y me mira fijamente y todo eso para agregar 1/2 taza de amenaza y 1/2 taza de miedo. Trato de salvar lo poco que queda de la noche y compenso con hielo en su mirada y 1 taza de desentendimiento para ignorarlo.
Por suerte, mientras se acerca el bus de mi barrio, se aleja la posibilidad de estar con ella. Poniendo sal a mi gusto, elijo tomarlo y deshacerme de esa plaga de encima. Llego a mi casa y porciones de reclamos surtidos son sustancialmente agregados, por otra parte mi hígado que produce bilis es cocinado a fuego lento.
Tomo el teléfono y la llamo. La llamo para que no vaya sola a la parada, no deseo más sabores amargos. Su día, al parecer, tampoco fue un jardín de rosas, no saldrá conmigo, pero sí con un amigo, lo acepto, es bueno distraerse después de un mal día, aunque yo no pueda. Finalmente el ingrediente maestro, 1/4 de taza de “pensar mucho en ella” con una pizca de celos.
Sírvase en un día frío, con una taza de “así es la vida”. Adorne con una carcajada y una ramita de “el riesgo de vivir”.

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