Rodeando al Extranjero (Novela) Capítulo 13.

El sol se despertó caluroso. En la Gran Ciudad toda la población, agitada, llenaba los cafetines para comentar, en voz muy alta, los sucesos ocurridos en el partido de fútbol del día anterior. Todos discutían. Ninuguno se ponía de acuerdo. Había quiénes defendían a los vándalos fanáticos diciendo que sólo eran unos chiquillos. Otros les respondían que no eran tan chiquillos sino sólo gentes de mal vivir que, con plena consciencia, se estaban chuleando de la vida; que ya tenían edad suficiente para dar con sus huesos en la cárcel. Los neutrales sólo escuchaban y permanecían mudos mientras se les atragantaba el café y las copas de anís les sabían amargas a pesar de haberlas pedido dulces. ¿Dulces?. No era, precisamente lo ocurrido en el campo de fútbol, ninguna clase de dulzura. Nada de chiquillos malcriados.

Los vándalos energúmenos estaban dirigidos por hombres adultos que sí sabían, perfectamente, las maldades que estaban llevando a cabo. Sabían perfectamente que querían atormentar a la Gran Ciudad para imponer allí sus sucios negocios. La realidad es que todo aquello era una verdadera suciedad moral.

El Extranjero ya subía los últimos kilómetros hacia la cima de la montaña. El sol seguía calentando, cada vez más, su cuerpo cuando, de repente, encontró a un niño gitano, medio desnudo, que bajaba hacia las cuevas. Decidió quitarse la chaqueta y regalársela.

– Toma. Para que, cuando vuelva el frío, tengas con qué abrigarte.

El niño gitano cogió la chaqueta y no dijo nada. Su silencio era la mejor respuesta de agradecimiento según creía él y según le habían educado. Él pensaba que el Extranjero no lo entendería. Pero se equivocaba. El Extranjero entendía perfectamente lo que era pasar frío y le llamó al gitanillo.

– !Espera, chaval, espera un momento!.

El gitanillo volvió hacia atrás pensando que el Extranjero le volvería a quitar la chaqueta por no haberle dado las gracias.

– Gracias, señor. No quise ser maleducado.

El Extranjero sonrió.

– No. No eres tú culpable de eso. No te llamo para volver a quitarte lo que ya te he dado. Toma esto.

Sacó un billete de cinco euros y se lo regaló al gitanillo.

– Pero esto es mucho dinero para mí. ¿Sabe usted lo que hago yo con tanto dinero?.
– Lo sé perfectamente.
– ¿Y aún así me lo regala?.
– Cuando compres porros sabrás la respuesta si es que tienes todavía conciencia.

El gitanillo comprendió perfectamente. El Extranjero le estaba indicando otro camino.

– Prefiero subir con usted a la cima de la montaña.
– No es eso. Te estás confundiendo de nuevo.
– Entonces… ¿qué quiere decirme? -intentó engañarle el niño gitano.
– Que le regales esos cinco euros a tu madre. Nada más. Eres muy pequeño todavía para poder saber subir a la cima. Es necesario ser un hombre para ir hasta allí. ¿Comprendes?. Así que deja de pensar lo que estás pensando.

El gitanillo no sabía qué estaba sucediedno. ¿Cómo era posible que aquel Extranjero supiese lo que estaba pensando?.

– Pero yo soy capaz de asaltar a cualquiera que me encuentre con mi navaja.
– ¿Quieres intentarlo conmigo?.

El gitanillo, que tenía doce años de edad, comenzó a tener miedo y a mirar al suelo.

– No te preocupes. No te voy a hacer ningún daño. Pero ¿sabes que has podido morir en este mismo instante?. Anda, no seas tan ignorante y entrega los cinco euros a tu madre. Después ya sabes… si algún día te atreves a subir a la cima de la montaña ya hecho un hombre, sabrás por qué te lo digo. Ahora tienes una doble elección: o ir al colegio a aprender a ser un hombre o seguir perteneciendo a la pandilla y no ser un hombre jamás. El futuro te lo labrarás tú mismo pero, por si nadie te lo ha dicho todavía, yo te aseguro que tu Destino sólo lo conoce Dios y tú no podrás cambiarlo. Ahora elige. Pero quiero que sepas que tienes que tomar todavía muchos vasos de leche para ser un hombre de verdad y te recomendaría que tiraras ya esa navaja al río.

El gitanillo, con lágrimas en los ojos, tiró su querida navaja de punta afilada, al río. Nunca olvidaría jamás lo que le había dicho el Extranjero y sobre todo la libertad con la que se lo dijo y la libertad que le dejaba escoger.

– Voy a hacerlo. Le daré los cinco euros a mi madre pero ¿cómo sé yo lo que será después mi vida?.
– Te repito que tu futuro sólo depende de ti. No te preocupes. Sigue adelante. Decide lo que quieras pero sigue adelante. O llegas o no llegas. Así es la verdad de la vida, chaval. Pero quiero que sepas que a mi Destino no lo vas a cambiar por muy pandillero que seas. ¿Entendido?. Y cuando hables con alguien mírale siempre directamente a sus ojos para que sepas quién es. Así aprenderás qué amigos te convienen y qué amigos no te convienen. ¿Has aprendido algo?. !Y que te conste que llevo cinco mil euros en lel bolsillo izquierdo de mi pantalón. vete a la
escuela a aprender las raíces cuadadas para, cuando ya seas un hombre, sepas lo que son las raíces humanas!. !Y recuerda, y no lo olvides jamás, que ni tú ni nadie podrá apartarme de mi Destino que está creado y escrito por Dios!.

El gitanillo se marchó, corriendo a toda velocidad, hacia las cuevas con un tremendo pavor en su rostro y el miedo por todo su cuerpo debido a las últimas palabras del Extranjero.

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