Voy a contarle señora,
la historia de un desamor,
que sufrieron con honor,
un caballero de honra,
y una tez de bello color,
en forma de reina mora.
El, llegando al palacio,
en el jardín verde la vió,
el pulso se le aceleró,
y se creyó en el espacio,
pues al ver su mirada,
pensó fiel en la Iliada.
Desde los tiempos de Homero,
no hubo en el mundo entero,
de mirada negra sigilosa,
mujer más bella y hermosa,
esculpida por Miguel Angel,
en la cara tenía un ángel.
El pobre no sabia lo que hacer,
de amor se sentia desfallecer,
cuando los ojos de ella se cruzaba,
sintiendo él su limpia mirada,
mortal espada en su pecho clavada,
que al notar su corazón aceleraba.
Ella destilaba amor también,
pero creyendo hacerle bien,
a su amor nada le decía,
este de sí se compadecía,
por todos sus poros lloraba,
mientras a su Diós rezaba.
Tuvo que salir el rey,
a sus súbditos dar ley,
el caballero quedó al cargo,
tragándose el pozo amargo,
el pobre mortal sucumbió,
y con la belleza se hundió.
Se amaron como dos mozos,
encontraron grandes gozos,
fueron inmensamente felices,
pero se terminó el convite,
y el rey por fin regresó,
como has supuesto se enteró.
Fué grande su sufrimiento,
calaban en su pensamiento,
mas en las cosas amadas,
no se admiten camaradas,
y a muerte los condenó,
ninguno de los dos negó.
Fueron ambos ajusticiados,
separadamente enterrados,
pero en la oscura noche,
sin hacer ningún derroche,
sus cuerpos amigos robaron,
en un panteón los juntaron.
La madre de ella depositó,
sobre la fria losa tan dura,
una blanca rosa virginal,
que en la noche de rojo tiñó,
el amor que de forma tan pura,
sus vidas unió en el final.
Desde entonces la rosa del amor y la pasión es roja, en recuerdo de estos dos enamorados.
Dedicada a Carlota.
Se que te gustan este tipo de poemas.
Ay, sí, me encantan las cosas que narraban los trovadores. Ésta parece una de esas trovas. El final siempre era triste pero reconfortante… habían logrado conservar amigos que se jugaran el pellejo por reunirles en un panteón.
Enhorabuena y un abrazo.