Rosas

Linda y agradable mañana, definitivamente.
Me pregunto, ¿que estará haciendo ella ahora? Me encantaría visitarla, pero estoy seguro de que olvide hacer algo, y últimamente no puedo permitirme olvidar algo.

Luego de desayunar debidamente, ver algo de televisión y lee la columna de deportes de mi periódico habitual, un pequeño recuerdo llega a mi. Recordé que había anotado en esa pequeña y vieja agenda que ella me regaló, todo lo que debía hacer esta semana.

Y con lo olvidadizo que soy, olvide hasta revisarla para no olvidarme.
Y así recordé donde la había puesto y comencé a leerla con un nudo en la garganta. ¿Qué cosas importantes habré olvidado?

Abro la caja de madera sobre mi guardarropa, y junto a las joyas de ella y una sonrisa de mi parte, estaba aquella pequeña agenda.
– Veamos – Dije en voz alta. – Hacer las compras…

Eso lo recordé. Si no, no hubiese desayunado.
– Regar las flores

Oh… Alguien se enojará conmigo…
– Regalarle las flores para su cumpleaños.

¡Su cumpleaños! ¡Lo había olvidado! Gracias al cielo leí esta pequeña agenda, si no, no hubiese recordado su cumpleaños del… ¿Qué día dice que es?… ¿Ayer?…
Ya me parecía una mañana demasiado tranquila…

Mi chaqueta vuela un momento por los aires cuando la retiro con fuerza del gancho de la pared, y azoto mi puerta agresivamente mientras salgo.
¿Cómo pude olvidar su cumpleaños? Ella no me lo perdonará, por lo menos por un largo tiempo.
Tengo que comprarle un regalo hermoso que le obligue a hacerlo.

Claro, no tengo idea qué.

Entro a la tienda apresurado.
– ¡Hombre, tienes que ayudarme! – Dije frenético.
– ¡Vaya! ¡Tiempo que no te veía! – Respondió alegre.
– He estado algo ocupado. – Retome mi aire – Escucha, olvidé el cumpleaños de alguien y necesito un regalo espectacular.
– No me digas. ¿Mujer?
– Si, mujer.
– ¿Ella de nuevo?
– Vamos, ¿tienes algo o no?
– Bueno, una florería no es un lugar para algo extravagante, amigo.
– ¡Vamos! ¿No tienes alguna flor nueva o poco común?
– Las flores no son algo que se inventen. Además, tu jardín tiene unas flores muy hermosas y poco comunes, ¿no has pensado en esas?
– Esas flores pasaron a mejor vida.
– ¿Qué les pasó?
– No llovió.
– Es tu trabajo regarlas.
– ¿No tienes nada que me sirva?
– Tengo estas rosas de aquí.
– ¿Rosas? Es muy común.
– Estas son algo diferentes. Tócalas.

Toque las flores. Eran muy suaves, y su aroma era realmente exquisito.
– ¿Estas son rosas? – Pregunte sorprendido.
– Así es. Rosas excelentemente cuidadas. – Respondió, orgulloso como si el mismo las hubiese cuidado.
– Dame una docena.
– Bueno… – Tosió un poco señalando el letrero que decía el precio de las rosas.
– ¿Ese es el precio de las rosas o vendes la tienda?
– Estas rosas son muy exclusivas. No esperes baratijas.
– Bueno, guárdame una docena, retiraré dinero del banco.
– Pero con una condición.
– Escucho.
– ¡Tienes que presentarme a tu novia, amigo! – Sonrió – ¡Tantos años vendiéndole mis más finas flores a una mujer que no conozco!
– Tranquilo, están en muy buenas manos.
– Si tú lo dices.

Salí de la tienda, directo al banco.
Busque el cajero automático y me situé frente a el. “Fuera de servicio” decía un letrero…
Habrá que volver a la época de las filas y entrar al banco a retirar de un cajero humano.
La fila era inmensa. Resignado, me convertí en uno más de ella.
Cuando al fin llegó mi turno, retire todo lo que necesitaba para las rosas. En fin, un par de horas extras en el trabajo y lo recuperaré.
Así, volví a la florería con una gran sonrisa en el rostro. Cuando esas flores estén frente a ella, no habrá duda que me perdonará.
– ¿¡Cómo que las vendiste!? – Exclamé sonoramente.
– ¡Tranquilo! – Intentaba calmarme – No tuve mas opción…
– ¿A que te refieres?
– Bueno, estas flores no se venden mucho por su precio… Y vino un hombre a comprarlas…
– ¿No le pudiste haber dicho que estaban reservadas?
– ¡Se lo dije!, pero me ofreció el doble por ellas…
– ¡Genial!… ¿Hacia donde se fue el caballero?
– Está allá afuera esperando un taxi.

Miré hacia fuera y me apresuré hacia él.
Cuando llegué a su lado, el me miró con una expresión de sorpresa y se alejó un paso.
– Disculpe, señor. – Dije algo agitado.
– Diga. – Respondió algo desconfiado.
– Esas flores que lleva…
– ¡Oh, las compré en esta tienda de aquí atrás!
– No entiende, se suponía que el dueño me las guardaría.
– ¡Ya veo! Tu eras aquel hombre que reservó las flores
– Exacto.
– Bueno, ¿y que deseas?
– Estoy dispuesto a comprarle las flores a usted.
– Bueno, si las compré, es por que las deseo realmente.
– Lo sé, pero realmente las necesito.
– ¿Es así?
– Si, olvide el cumpleaños de mi novia y…
– ¡No se hable más! – Dijo el señor con una sonrisa – Estas flores también son para mí querida esposa.
– ¿En serio?
– Así es. Hoy es nuestro aniversario, y no me gustaría arruinar otra relación por mi avaricia.
– ¿Me las venderá?
– Te venderé la mitad de ellas, y todos ganamos.
– Perfecto.

En eso, un taxi se detuvo.
– ¿Hacia donde vas ahora, si no es mucha indiscreción?
– Al final del puente.
– ¡Que coincidencia! ¡También yo! – Abrió la puerta del taxi – ¿Compartimos el viaje?
– ¡Seguro!

Lo que sea para ahorrar dinero después de este masivo gasto que haré.
Subimos al taxi e indicamos la dirección final al conductor.
El señor no hablo mucho. Sólo miraba por la ventana, y ocasionalmente daba un vistazo rápido a las flores.
– ¿Cuántos años cumplen? – Pregunté para romper el hielo.
– Treinta. – Respondió sonriendo.
– Han estado mucho tiempo casados.
– Podría decirse que si. ¿Y tu novia? ¿Cuántos años cumple?
– Bueno, cumple veinticinco.
– Es bastante joven.
– Podría decirse que si.

Silencio nuevamente. No había mucho tema en realidad.
Llegamos a nuestro destino. El señor y yo nos bajamos cancelando el pasaje.
– Pasaré al cementerio antes de continuar. – Dije apuntando al cementerio cercano. – Esto significa que nos despedimos.
– En realidad, también me dirijo ahí. – Respondió.

Miré al señor algo extrañado. El se percató de mi rostro.
– Sígueme y verás. – Me dijo dirigiéndose al cementerio.

Caminamos entre las tumbas hasta llegar a una tumba muy bien cuidada.
Dejo las flores en el lecho, y me entregó mi parte de las flores.
– Treinta años serían ahora. – Dijo algo melancólico.
– Señor… – Intenté decir algo. Presenciar algo tan delicado de alguien que no conozco para nada.
– No vine por mucho tiempo – Se dio media vuelta – Nos vemos en otra ocasión.
– Espere, no le he dado su parte del dinero.
– Descuida. Fue suficiente con tener algo de compañía que no criticara lo que hago. – Sonrió, alejándose.

Vi al señor alejarse a medida que se nublaba el cielo.
Me sentí algo triste por haber querido comprarle las flores, pero son para una buena causa.

Camine unos diez pasos mas adelante por el cementerio y me hinque en una tumba. Acomodé las flores que yacían ahí, y dejé las nuevas y hermosas flores.
Sonreí.
– Te dije que no era el único – exclamé en voz alta. – Feliz Cumpleaños.

4 comentarios sobre “Rosas”

  1. Qué bonito. Conforme leía pensaba que la agenda no basta, que es mejor retenerlo en la memoria, pero al seguirte sé que ésa agenda está en tu corazón.
    Precioso de verdad, me gustaría que no fuese verdad, que séa un escrito y que no haya tumbas. Un abrazo. Alaia

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