Sí. Llueve la vida.

Habitado por ninfas y calandrias
el lago azul que el sol madura
cuando va creciendo la Quimera,
es un existir ileso y desbocado.

Llueve la vida.
Sí.
Llueve la vida.

Los hijos de los obreros
están dando vueltas por el barrio
buscando un patrón que los emplee.
A fuerza de coñac y de anises
olvidan sus tragedias
en el bar de la calle.

Veo esa muerte menor
y la ciudad es entonces
una especie de insomnio
que me hace cerrar los ojos
para no llorar de rabia.

Pero aprieto los dientes y las arterias
de mi sangre que incendia las aceras.
Y sigo escribiendo para ellos
con el corazón siempre en sus sueños
y mi dignidad al lado de sus dignidades.

(Homenaje al escritor Miguel Sáncez Robles, murciano nacido en Caravaca de la Cruz en 1957

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