Ya se habían ido los hermanos Fofó y Gaby. Nos quedaba Emilio Aragón Bermúdez, el tercero de los hermanos al que todos conocíamos como Miliki. Ya están los tres otra vez reunidos en el Cielo cantando aquellas canciones que nos llegaron hasta el corazón atravesándonos la epidermis de los sentimientos. Había una vez un circo enla década de 1973 a 1983. Yo miraba sus actuaciones desde el pequeño rincón de la casa con la única compañia de Chester quien, silencioso, se quedaba pendiente del televisor como extasiado por el programa más infantil y, a la vez, más profesional sobre la maravillosa experiencia de ser payasos con personalidad.
No bufones sino payasos; dignos payasos que hicieron de su oficio un verdadero sueño para varias generaciones de niños, jóvenes y adultos al mismo tiempo; puesto que hacían reunir a las familias en torno a la pantalla de televisor en aquellas tardes en que desde los 24 hasta los 34 me sentía vivo dentro de la soledad de un corazón viviente. Y vivía sus espectáculos como niño nada más. ¿Para qué más crecer si allí estaba la verdadera razón de la vida: reír para hacer reír a los demás?
Hola, don Pepito, La gallina turuleca, Susanita tiene un ratón, Mi barba tiene tiene tres pelos, El auto feo, Cómo me pica la nariz, Chinito de amor, Pepe trae la escoba, Feliz en tu día, Dale Ramón, Había una vez un circo…
¿Cómo están ustedes?, Rojo, amarillo y… ¡verde!, Cambia, papá, Porque esto es una barbaridad muy bárbara, ¡El mar, idiota, el mar!, Has frascasado, Ese niño está muy mal adecuao, ¡Sorroco! ¡Auxillo!, Señorita, es usted muy bonita, y tiene la cara de una patata frita, Gaby: ¿Por qué pones esa cara? Miliki: Porque es mía, ¡Feliz año huevo!
Yo vivía inmerso en descifrar las claves políticas, económicas y sociales de España pero me movìa a través de los impulsos del “rompesuelas”… ¡El baile del “rompesuelas”! Me acostumbé a él. Muchos ni tan siquiera lo recuerdan ni lo citan, pero el baile del “rompesuelas” se pegaba en mis zapatos y se me quedaron, para siempre, en una forma de bailar más allá de los trepidantes saltos del rock. Yo recordaba a los payasos de la tele bailando el “rompesuelas”. Era la forma de ser, de actuar, de sentirse alegre en una discoteca donde todos los demás eran “bailones” que no se equivocaban en ningún ritmo; por eso yo bailaba el “rompesuelas” en menos de un metro cuadrado.
Hasta siempre Miliki amigo / saluda a los otros dos / y juntos servid de abrigo / al pequeño Niño Dios. / Que también en las Navidades / sin ninguna clase de edades / te marchas con un adiós. / Y mi sueño de la infancia / se me queda en la estancia / bailando tal como vos. /
Cierro el grifo de las memorias y doy paso a los recuerdos: soledades acompañadas de los payasos de la tele. Todavía quedan Fofito, Milikito, Rita… y muchos más para poder seguir bailando este continuo “rompesuelas” de las olas de la vida.
Un recuerdo inmortal…
Habia una vez…
un circo que alegraba siempre el corazón.
Abrazo
Hola Marian: Había una vez tres seres humanos que nos preguntaban cómo estan ustedes. Todos decíamos que bien porque fueron capaces de hacernos sentir bien. Fueron tres seres humanos compañeros de mi soledad y me ayudaron a seguir soñando. UN ABRAZO AMISTOSO.