Segunda oportunidad

“Dándome una segunda oportunidad”
Y ahí estaba yo, sentada en la mesa de mi oficina, con el guión cinematográfico más perfecto jamás escrito. Era la historia mas complicada y romántica que había leído. Había mucho trabajo que hacer, era muy difícil para mi el dirigir esta película, era prácticamente la historia de mi vida, y el solo hecho de pensar que alguien, sin que este lo supiera, iba a representar mi vida, me ponía los nervios de punta.

Todo dependía de dos palabras, si ó no. Quería aceptar el proyecto, pero no sabía si iba a ser lo suficientemente fuerte como para revivir cada sentimiento.
Como directora experimentada, no podía dejar que este tipo de situaciones, por muy sensible que yo fuera, afectaran mi vida emocional y sentimental a tal grado. Digo solo era una película que se parecía demasiado a mi vida.

-Aaaaa- sonó el teléfono y di un pequeño grito. Puse el altavoz.
-Caro, te habla Francisco en la línea tres.- dijo César, mi secretario y asistente.
Francisco es mi prometido, lo amo con todo mi corazón, pero lo cierto es que en este momento no quería hablar con nadie. Era una lucha interna que yo estaba teniendo respecto a la película.
-Dile que me comunico con el más tarde por favor.- le dije a César en tono seco. Con tan solo oír mi voz supo que algo pasaba. Colgué sin escuchar su respuesta.
¿Cómo iba a conseguirlo? No quería revivir esa serie de sentimientos que me desgarraron el corazón y me inundaron el alma de pena. Y mucho menos quería que, aunque fuera un actor, llegara a sentir algo similar a lo que yo viví, a pesar de ser una película.
Éticamente, no me sentía preparada para afrontar algo así. Soy entregada y perfeccionista en mi trabajo, y esta es una excelente historia, el problema aquí era que ya me había involucrado y no estaba segura si el resultado final iba a ser el esperado por todos.
Me levanté de la silla y caminé hacia el ventanal en donde se veía un hermoso atardecer. Apunté mi vista al horizonte y suspiré muy fuerte. Cerré los ojos y empecé a recordar aquella historia que me marco por siempre.

-Caro, ya tengo los boletos de avión. Apúrate que vamos a llegar tarde. – dijo Luis, mi esposo. Estaba parado en la puerta del cuarto del hotel en donde pasamos nuestra noche de bodas.
-Ya voy corazón, estoy tomado mi bolsa. – dije guardando lo último que había encima de la cama. Me sentía muy feliz. Luis era el amor de mi vida.
Salí de la habitación y lo vi ahí parado. Las mariposas empezaban a volar en el estomago. Sonreí y camine la corta distancia que nos separaba, me pare de puntitas para alcanzar sus labios y le dí un beso. El respondió de manera tierna. Nos separamos y nos vimos directamente a los ojos.
-Te amo.- le dije susurrando
-Yo más – me dijo dándome la mano.
Salimos del cuarto y empezamos a caminar por el pasillo del hotel. Llegamos a la entrada del ascensor, pico el botón y me paso el brazo por los hombros delicadamente. La puerta se abrió y subimos. Estábamos en silencio, pero era un silencio cómodo, de cómplices enamorados.
El ascensor llego a la planta baja del hotel, salimos y nos dirigimos al lugar en donde entregaban los coches. Dio el boleto del auto y esperamos tranquilamente a que lo trajeran.
El coche llego, me abrió la puerta igual que siempre, entré y cerró. Dió la vuelta y subió El. Arrancó el auto y salimos de estacionamiento.
Empecé a tener un presentimiento medio raro, no podía definir lo que era, si angustia, emoción o incluso miedo de la nueva vida que estaba iniciando. Puso la mano en la parte de en medio y la estiro pidiendo la mía. Le di la mano, la tomó muy fuerte. El iba con vista hacia al frente, por un segundo volteo, me vio y sonrió. De sus labios salieron las dos ultimas palabras que escuche de el.
– Te amo – dijo. Y después todo se puso negro.

Alguien golpeó la puerta de mi oficina y abrí los ojos. Las lágrimas recorrían mi rostro, tenía el guión en la mano e inconcientemente lo doble hasta hacerlo chiquito.
Volteé y vi a Francisco parado en la puerta de mi oficina. Las lagrimas seguían brotando.
No dijo nada, caminó hacía mi y me abrazo muy fuerte. Le correspondí el abrazo, sabía el gran refugio que podía encontrar ahí. No pregunto nada, solo se dedicó a consolarme. Amaba muchísimo a Francisco, pero Luis iba a ser siempre el amor de mi vida.
Cuando recupere el conocimiento, después del accidente, me entere que era viuda. Había estado casada solo un día. Un camión se quedo sin frenos y se estrelló justo en el coche en el que íbamos Luis y yo.
El dolor que sentí en ese momento era tan insoportable que me desmayé. Estuve así más de seis meses, sumida en una depresión insoportable. Después de casi dos años fui regresando a mi vida normal, pero no le encontraba sentido, hasta que encontré a aquel hombre que me sostenía entre sus brazos y me ayudo a entender que solo Dios sabe porque hace las cosas.
Una vez más tranquila, le comenté a Francisco el por qué de mi llanto y como siempre me dijo las palabras exactas que me ayudaron a encontrar la solución.
– Caro, eres una directora de cine muy buena y se que vas a lograr este trabajo. Tal vez te duela mucho, porque se que es algo que vas a revivir pero es una oportunidad para sanar por completo y cerrar el círculo que aun no has podido concluir. – me miro fijamente y continuó hablando:
-Dios te puso esto en el camino por algo y para algo. Eres una mujer muy fuerte y admirable, la última decisión la tomas tu, pero creo que si haces este trabajo sería la mejor película que podrías realizar. Y creo que para Luis sería algo muy valioso.
Después de que termino de hablar me quede callada, pensando. Dirigí una vez más la mirada hacia la ventana y volví a ver aquel hermoso atardecer, y justo en ese momento entendí que, como me había dicho Francisco, era la única y creo que última oportunidad para despedirme de Luis y cerrar el círculo por completo.
Regrese la mirada y la clave en sus ojos. Suspiré y sonreí. Sin decir nada, tome el teléfono y marque la extensión de César.
-Dime Caro- contesto César.
-César, por favor programa una cita para mañana con la productora para confirmar mi participación en la película.
-Claro que si. En este momento programo la cita.
-Gracias- dije y colgué.
Francisco no había despegado su mirada de mi, me sonrió. Se acerco una vez mas a mi y me abrazo nuevamente.
-Te amo- me dijo susurrándome al oído.
-Yo más mi cielo, yo más.

Un año y medio después…
Y ahí estaba yo, parada en la alfombra roja. Era el estreno de “Aprendiendo a vivir sin ti”. Hoy muchas personas iba a conocer el increíble trabajo que realice con esta película.
Salían flashes de todos lados. Yo con un precioso vestido morado me sentía elegante y satisfecha, por primera vez en mucho tiempo me sentí plena. Junto a mi la persona que me dio alas y esperanza para seguir viviendo y luchar por mis sueños, Francisco, mi ahora esposo.
Avance junto con el toda la alfombra, haciendo paradas ocasionales por puro protocolo, hasta llegar a la inmensa sala en donde se iba a proyectar la película.
Llegamos a los lugares asignados para nosotros, Francisco me ayudo con el vestido y nos sentamos. La gente empezaba a llenar el lugar, pronto iba a comenzar la función.
Francisco tomo mi mano y viéndome a los ojos sonrío.
-¿Estas bien? – me pregunto con su siempre dulce y paciente voz.
-Si, me siento satisfecha con mi trabajo, fue muy duro para mi, pero ahora entiendo que Luis esta en donde debe de estar. Gracias por ser un ángel para mi, sin ti hubiera sido imposible lograrlo. Te amo.
-Yo te amo mas Caro – acercó sus labios a los míos y me dio un dulce beso.
La sala empezó a obscurecer y la pantalla tomo color. Los créditos empezaron a salir. Cuando leí mi nombre en aquella pantalla comprendí que la historia de amor tan perfecta que hubo entre Luis y yo ahora quedaría grabada por siempre en la mente de millones de personas.
Las lagrimas inundaron mis ojos con este pensamiento, Francisco apretó mi mano, volteé a verlo, sus ojos estaban igual que los míos. Fue en ese momento en el que me di cuenta de que la vida y Dios me dieron una segunda oportunidad para ser feliz. Me acerque a el y lo abrace muy fuerte. El correspondió a mi abrazo aun mas fuerte.
-Gracias por ser tu- me dijo en un susurro al oído.
No conteste, las palabras no salían de mi boca, pero yo sabía que con tan solo ver mis ojos, entendía todo lo que yo sentía por el. La vida seguía hacia delante y me encantaba la idea de vivirla junto a El.
Volteamos los dos hacia la pantalla nuevamente y apareció aquella frase que me casaba escalofríos en el corazón.
En memoria de L.R.D. (1980-2008)
“Siempre te amare por muy lejos que estés”

Un comentario sobre “Segunda oportunidad”

  1. M egustó el argumento de tu relato. Tienen sustancia y sirve apra pensar sobre la verdader aexistencia y la existencia inacabada: dos maneras de entneder la vida que no tienen por quñe ser contrapuestas como das a entender en tu relato sino complementarias. El centro de gravedad de muchos de nosotros y nosotras.

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Segunda oportunidad.

Hay un soplido en ti, un soplido áspero y amargo que cuando callas se acerca y en voz baja, en una voz camuflada entre las motas de polvo te dice su nombre.

Y en los rayos de sol que atraviesan las cortinas del salón, observas su imaginaria imagen fruto de tus deseos e impotencia.

Nada es como quisiste, nada se asemeja a esos sueños de ayer, pues ella será quien marque el final de aquella etapa, de aquella historia de amor que cada día mereció un te quiero en tu diario viejo y de hojas amarillentas.

2 comentarios sobre “Segunda oportunidad.”

  1. Emocionante relato, Nasia. Me gusta eso que dices del olvido por calzar zapatos viejos en vez de los del regalo nuevo. A veces los humanos se olvidan de que los tiempos se agotan y se deben renovar… pero a veces no sólo eso es la causa… a veces la causa se esconde en un rincón llamado Soplido (como veo en tu relato) que llena los oídos de atmósfera viciada. Quizás la segunda vez, la segunda oportunidad, los hombres y mujeres del Planeta hayamos aprendido que la suerte no tiene nada que ver con el amor. Ese Miguel y esa Raquel de tu relato son seres sin olvido y sí, posiblemnte, ambos se recuerden siempre y siempre se unan de nuevo para salir a comprar el pan nuevamente ya no en silencio sino cantando que sus manos volvieron a unirse para acariciar sueños en los atardeceres del otoño !Precioso tu texto, Nasia!.

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