Yo podría enlazar en las palabras
un eslabón de larguísimas presencias
para deciros, amable y sencillamente,
que el hombre se inicia en su ausencia
y que es el silencio de la soledad
la voz que le oprime, que le inquieta,
que le hace llegar a la frontera
de su profunda tristeza.
Yo podría amanecer siempre en esa hora
que empuja al profundo pensamiento
y os diría que el camino se nos abre
cada día, cada instante, cada momento…
Que se abre cada día con temblores.
Que se abre cada instante con quimeras.
Que se abre cada momento con rumores.
Os diría que está preñado de esperanza
pero cansado de pensar si existe
o solo es un múltiple despiste
que el hombre sostiene con su holganza.
Que piensa quizá que sólo es sueño
pero nunca se asume como dueño
de su ingenuo y paciente resplandor.
Qu sueña que es el sueño anterior.
Pero lo sincero no es buscar en las ideas
sino plantarlas en cada uno de los surcos
labrados en el escenario de los hechos.
Y dejar que fermenten sus raíces
en la cercana estación de los helechos.