El día 28 de octubre de este año actual (2014 después de Jesucristo) murió en Cáceres el famoso torero ya retirado José María Dolls Abellán, conocido en el mundo taurino como José María Manzanares de quien se puede afirmar, con toda exactitud, que fue un torero valiente y que se enfrentó muchas veces a la muerte en los ruedos venciéndola siempre. Maestro de la tauromaquia lo más importante que dicen de él sus familiares es que fue, sobre todo un padre siempre cariñoso con todos sus hijos (Ana María, Yeyes, Manuel y José María) y no solo un padre siempre cariñoso sino, además, un padre siempre cercano dentro de una familia muy unida por el sentimiento amoroso. Tenemos aquí dos valores humanos de carácter fundamental: el amor familiar basado en el cariño verdadero.
Pero es que, además, José María Manzanares siempre mostró, hacia todos sus amigos, sin tener en cuenta para nada quiénes fuesen, una auténtica amistad y una fuente donde beber e inspirarse como ser humano. Valor básico este de mostrar siempre autenticidad para todos sus amigos y todas sus amigas. Un ejemplo de vivencias y momentos compartidos en esas intimidades de la amistad; porque la amistad, sabiendo que viene de alguien que, como padre y esposo, mostró siempre amor hacia los suyos, es el parámetro fundamental que refleja ese amor también hacia todos sus amigos y amigas. Lecciones imborrables donde, una vez que se fue, provocan cierta nostalgia en todos los que conocieron sus cualidades humanas.
Ser amigos, ser amigas, ser seres unidos por el amor de la amistad, significa hablar el mismo idioma, ser un referente para todas las generaciones con las que contactamos y tener una interpretación personal tan pura como el alma cuando la pureza es la proclama de nuestra forma de ser. Manzanares tuvo una grandísima personalidad ya que su naturalidad era impresionante. Y es que la personalidad no se mide por los éxitos logrados como un profesional en cualquier actividad humana sino por la impresionante naturalidad con la que nos mostramos hacia los demás. A esa clase de personalidad siempre se le tiene, además de una cercanía amorosa, un profundo respeto y una gran admiración hacia quien se muestra no sólo como un amigo sino, sobre todo, como un maestro a la hora de actuar dentro de la sociedad a la que pertenecemos.
Entramos entonces en el terreno de la moralidad, en el área de los valores morales. El Premio Nacional de Ensayos, en este año 2014 después de Jesucristo, ha sido otorgado a Adela Cortina, filósofa empeñada en la educaciòn de valores cívicos que, sin bases morales, no pueden ser reales. Las respuestas favorables a quien educa dentro de la deontología de la moralidad dan muestras evidentes de que necesitamos referentes morales de ejemplaridad tanto pública como privada. Porque los valores morales no son tales cuando son solamente “pantallas” hacia los demás en la vida pública sino los reflejos de nuestra manera de ser en nuestra vida privada. La moralidad no nace en el seno de la sociedad sino en el seno familiar y es, desde la familia, donde se extiende hacia la sociedad. Es, en realidad, un estilo de vida basado en conceptos esenciales entre los que destaca la moralidad.
¿A qué clase de valores morales nos estamos refiriendo? A la enseñanza imprescindible para forjar el carácter de la persona. A la responsabilidad individual y colectiva que debemos tener para ser referentes morales como bases de una convivencia civilizada, de respeto y tolerancia en las relaciones con los demás. Pero aquí hay que decir algo muy importante. Que, aun dentro de ese respeto y tolerancia para con los demás, no debemos ser como los demás si los demás carecen de valores morales pues, en ese caso, dejaríamos de ser los referentes que necesita una sociedad cada vez más necesitada de concienciarse de que las mejores maneras de obrar, tanto en lo público como en lo privado, es hacerlo dentro de la moralidad en nuestras costumbres personales.
Debemos también tener en cuenta parámetros que, partiendo de los valores morales, sean propios de nuestra ejemplar manera y modo de obrar. Citemos, por ejemplo, al sentimiento y la aceptación de nuestros deberes como padres amando a la familia, a la patria, a los lugares donde nacemos o donde vivimos. Es todo ello un compendio de las características de ser moral que, al mismo tiempo, engloba en sí mismo la devoción, el respeto, el cariño, la ternura, el patriotismo, la simpatía y la bondad.
Todas esas cualidades citadas son las que deben ser guías de nuestras conductas y de nuestras formas de ser. Una nobleza de espíritu para con los que forman parte de nuestras sociedades y una aceptación propia para profesar esos valores como actos cotidianos en nuestra vida diaria, para actuar siempre con rectitud. Eso, inexorablemente, desemboca en un fruto que siempre es producto del convencimiento profundo, íntimo, obtenido por el simple hecho de actuar con honestidad. ¿Se puede ser honesto si no se es noble? ¿Se puede ser honesto sin ser honrado? Los tres conceptos vitales (honestidad, nobleza y honradez) van tan unidos entre sí que es imposible desvincularlos de un mismo tronco general.
Ahora bien, debemos tener cuidado para poner siempre diques defensivos contra quienes sostienen y mantienen actitudes desviadas (en todos los órdenes de la vida moral) e imponer normas que se entienden siempre como producto de las buenas prácticas. Estamos viendo cómo el mundo se desmorona por la falta de acciones morales. La inmoralidad, en todos los órdenes prioritarios de la vida (político, económico, social, religioso, sexual), están resquebrajando a nuestras sociedades precisamente porque se carece de normas morales que las impidan extenderse por las poblaciones afectadas de esos malos ejemplos. Por el sentido contrario, debemos ser siempre éticos basándonos en principios morales genéricos, que afecten a organizaciones de todo tipo; hasta incluso para formar parte de organizaciones en calidad de voluntarios.
El voluntarismo hacia esas acciones basadas en las actitudes éticas y las acciones morales son, desde siempre, predisposiciones para cumplir adecuadamente con principios humanos que son de carácter universal porque la ética y la moral vienen a ser similares en todas las partes de nuestro planeta y demuestran un estilo de vida que nos proporciona una íntima satisfacción personal que nos remite a una buena educación dentro de lo familiar, de lo escolar, de lo religioso. Y esto se puede resumir en un solo concepto pero de carácter enormemente cristiano: amar al pójimo. Si eso lo entendiese toda la humanidad entera bastaría un convencimiento indeleble, grabado a fuego en todas las conciencias humanas, para transformar el mundo.
Tenemos un ejemplo de persona ejemplar, tanto en lo ético como en lo moral y, sobre todo, en el amor a la familia, en la figura de quien fue la Reina Sofía de España. Un ejemplo de madre amorosa que ve cumplir, en vida, el sueño más feliz de toda su existencia: ver a su propio hijo coronarse como Rey de España. La pareja real formada por Juan Carlos I y Sofía siempre han sido un ejemplo de familia con moral y autoestima; gracias, sobre todo a Doña Sofía; capaz de levantar la moral y la estima en todos los que la rodean. ¡Qué gran señora! A eso se le puede llamar, con todas las de la ley, “saber estar”. ¿Qué es en realidad “saber estar”? Lo dice la misma conducta de quien lo practica.
En este sentido, la ex reina de España (la madre reina) Doña Sofía, que ha cumplido 76 años como 76 soles gracias a la grandeza de su espíritu y a la modestia de, aún siendo una persona tan importante a nivel mundial, haber sabido desarrollar su rol social buscando siempre la discreción, la ausencia de boato, el protagonismo que se mueve dentro de la humildad (que es el mayor protagonismo que puede existir como valor trascendental de nuestras conductas) y ese saber siempre lo que hacer para mantener a su familia dentro de una unidad completa a pesar de los ataques que siempre han estado recibiendo de quienes quisieron eliminarles del contexto político y social de España. Una reina de este calibre es lo que, precisamente, necesitó tanto la sociedad española en esta ya larga travesía histórica desde la muerte de Franco.`
Hemos hablado del sentido religioso de la vida. No hablamos de religión de ningún tipo sino de sentido religioso de la vida que es algo completamente diferente. En este mismo sentido, el actual Papa Francisco, está hablando de que la guerra es una industria de la destrucción. En su propias palabras dice:”El hombre destruye lo más bello que Dios ha hecho por nosotros” y “algunos se apoderan de la Creación porque se creen Dios, se creen reyes de la humanidad”. Esto no es religión. Esto es ese sentido religioso que debe presidir nuestras ya citadas dimensiones de ética y moral con la que podemos mantener el edificio de la humanidad en pie. Ha sido la ausencia de Dios, eso que nos han querido imponer todos los ateos, sean cuales sean las ideologías que profesen, que han estado a punto de aniquilar al mundo y lo que está produciendo guerras, abusos contra la naturaleza, aprovechamiento de las riquezas por parte de unos pocos dejando en la miseria a otros muchos. Es lo que el Papa Francisco ha llamado destrucción que genera la cultura del descarte que aparta a niños, a ancianos, a jóvenes sin trabajo que se ven obligados, por ello, a introducirse de lleno en la cultura de las guerras y otros tipos de destrucción humana como vicios sexuales, drogadición, alcoholismo… todo ello porque han perdido su dignidad humana,
La dignidad humana es un valor imprescindible. Sin dignidad humana no se puede construir una escala de valores positivos que sea válida y valiosa para todos los seres humanos del planeta Tierra, Es la misma devastación que producen la guerras: una industria de la destrucción tanto material como espiritual de los hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes de ambos géneros, ancianos y ancianas que están viviendo en condiciones de esclavitud porque están aprisionados por culpa de esa industria de la destrucción. ¿Quién paga todo esto?
La respuesta es bien fácil de entender. Lo pagan los pequeños y los pobres, esos que sufren lejos y cerca de nosotros, hoy y desde siempre hasta hoy. El Papa lamenta que estas personas, estos niños enfermos y hambrientos, por ejemplo, no cuenten a la hora de contabilizar el número de seres humanos por parte de todos los políticos y gobernantes de un mundo que cada vez está siendo más egoísta, más inmoral, más terribles contra los más inofensivos de la humanidad. Son ellos, los inofensivos que sufren la desgracia de tener que soportar estas injusticias, los “santos desconocidos””; los que no se ven nunca en los altares de las iglesias de cualquier religión (y digo de cualquier religión incluyendo a todas las religiones y sectas religiosas habidas y por haber) y que nunca van a ser canonizados ni beatificados por ningún poder religioso. Y es que el sentido de la religiosidad no es un sentido de “santos y pecadores” sino un sentido de que todos los seres humanos, sean quienes sean, tienen derecho a una vida feliz, a tener la oportunidad real y no sólo teórica de desarrollar sus capacidades para ser seres humanos realizados, para salir de las “sombras de la infravida” para gozar de sus existencias como seres humanos liberados de toda carga que les ha destruido sus presentes y sus futuros más inmediatos.
¿Y los perseguido por la fe? ¿Qué sucede con todos esos millones de seres humanos que están siendo perseguidos, acosados, martirizados, mutilados, masacrados y asesinados salvajamente por hombres que de hombres no tienen ni el nombre y por causa de tener fe en un Dios misericordioso, un Dios justo, un Dios de amor como es el propio Jesucristo que anduvo por la Tierra predicando el valor de la fe que empieza por la felicidad de verse liberados de toda carga religiosa para ser solamente hombres y mujeres con fe, hombres y mujeres que creen que Jesucristo es el Camino, que Jesucristo es la Verdad y que Jesucristo es la Vida.
Aprender de Malala. Es un buen título para contarnos la historia de una niña que ha demostrado tener esa indomable fe en lo que quiere, en lo que ama, en lo que desea para convertirse en un ser humano feliz. Nobel de la Paz en el año 2014 después de Jesucristo, lo que más se admira de esta niña llena de esperanza en medio de todo el desorden que la rodea y la persecución que ha tenido que soportar, es que impresiona la total clarividencia de una niña, en medio de una realidad sórdida y hostil, para comprender esa voluntad con que ha sabido abrirse camino en la oscuridad de sus desalentadoras circunstancias y de las más intimidatorias amenazas.
Malala, “La Niña Coraje” podríamos denominarla, se ha impuesto sobre la precariedad, la bestialidad, la ignorancia y el fanatismo. Se ha tenido que jugar la vida para defender, luchar y conquistar su derecho a ser educada y disfrutar de un bien tan básico cuando, en un país del Primer Mundo como es España, una generación que ha accedido a la enseñanza gratuita ofrece datos tan tristes de fracaso, abandono y desaprovechamiento escolar. ¿Qué pasa con las generaciones de nuestros adolescentes y jóvenes para estar tan radicalmente equivocados? Falta hacerles comprender, y que ellos entiendan, que el valor fundamental para sostenerse una sociedad justa, igualitaria y equitativa para todos y todas, es precisamente la educación. La educación no es solo el conocimiento sino que va más allá del simple conocimiento porque es un aprendizaje de las normas de vida adecuadas para portarse y comportarse de manera culta, de manera ética, de manera moral y de manera inteligente. Malala lo ha demostrado.
Por el’ contrario, nosotros en España, que tanto alardeamos de ser país puntero entre los más desarrollados del mundo, hemos creado gentecilla que se cree que, con quince años de edad, ya no tiene nada que aprender en la vida y que lo sabe todo. ¡Qué curiosa paradoja cuando se te ocurre dirigirte a ellos y a ellas para llevarse la gran sorpresa de que no saben apenas nada, por lo menos que sea interesante; que están vacíos y vacías de contenido intelectivo; que desconocen los parámetros mas esenciales para demostrar comportamiento cívico que es, en definitiva, el primer nivel que se debe de tener para decir que poseemos educación, cultura y personalidad. Despersonalizados casi por completo se arrastran por la vida envueltos en cada vez una mayor ignorancia. ¡Cuánto deberían aprender de una niña que abrió, a los trece años de edad, un blog en Internet para contarnos sus problemas, para contarnos su tragedia, para contarnos sus deseos por salir del infierno en que vivía y para decirnos que sólo quería la oportunidad de poder estudiar para ser una persona humana y no para ser un vándalo o una vándala de los muchos y muchas que existen en todos los países que se llaman súper desarrollados. Está muy de moda la palabra súper pero… ¿qué es, en realidad, ser súper?…
Ser súper persona es ser como Malala cuyo Premio Nobel de la Paz que le han concedido desde la Academia Sueca es una esperanzadora noticia. Como lo es Kailash Satyarthi, el activista indio que ha luchado contra la explotación de los niños y las niñas y que ha compartido el Premio Nobel de la Paz con Malala. Como dice Iñaki Ezkerra en el diario Opinión: “A veces el Nobel premia más a las causas que a las personas y éstas luego le salen ranas. No parece ese el caso de Malala que, siendo una lección viviente, quiere seguir aprendiendo. No estaría mal que se nos pegara algo de ella tanto a los pequeños como a los mayores de nuestro país”.
Hablemos de la infancia, de ese valor tangible que son los niños y las niñas de nuestro planeta Tierra. Y cuando hablamos de ellos no podemos pasar de largo o mirar para otro lado cuando sabemos que hay millones de niños y niñas que están siendo explotados de manera cruel en trabajos de esclavitud en lugar de estar aprovechando su niñez para acudir a las escuelas y para poder gozar de su infancia tanto como con el aprendizaje como con suficiente tiempo para jugar como niños y niñas favorecidos por el destino.
Kailash Satyarthi, el adulto indio que ha compartido el Premio Nobel de la Paz, de este año 2014 después de Jesucristo, con la pakistaní Malala, ha llegado declarar: “Tengo cicatrices en mi cuerpo por los ataques que he sufrido” y después ha relatado cómo son apaleados e incluso asesinados quienes combaten la explotación laboral de los niños. Tanto es así que los que han conseguido liberarse de la esclavitud infantil gracias a sus esfuerzos siempre que le ven corren a abrazarle. Porque la gratitud es otro valor que deberíamos aprender de los niños y las niñas. La gratitud; ese valor que tiene más de moral que de material.
Este hombre indio (o hindú) es reconocido por millones de niños a quienes les robaron sus infancias; niños que sufren hoy en día, en pleno Siglo XXI después de Jesucristo, la esclavitud en fábricas y otros lugares y que son, aproximadamente, un total de 186 millones en todo el mundo. Víctimas de la brutalidad del trabajo infantil. A ellos les han robado la infancia y, al robarles la infancia, les han robado la base fundamental donde sustentar su personalidad para sus futuros. Lo único que podría hacer Satyarthi era, por su propia convicción, dedicarse a luchar contra el trabajo infantil en su país y, por prolongación de su ejemplo, en todo el mundo.
Partimos de la base de la Declaración de los Derechos Humanos del Niño y la Niña aprobada por todos los países de la ONU y, sin embargo, millones de ellos y de ellas carecen de tales derechos. Debemos potenciar la lucha contra los intereses muy establecidos, contra la mafia y la mentalidad dominante en muchas partes del planeta. Es una lucha contra un mal que ha estado siempre presente, desde tiempos inmemoriales, en la Historia de la Humanidad. ¿De qué Humanidad estamos realmente hablando cuando destruimos la base de los valores positivos fundamentales de los seres humanos: su infancia y vivir la infancia como verdaderos niños y como verdaderas niñas. Es una lucha dura. Es una lucha que, por momentos, parece perdida de antemano; pero cada vez que sentimos que hay que seguir luchando por ese valor prioritario de los seres humanos, llamado infancia feliz, sentimos que estamos haciendo algo bueno.
En este problema a escala global, que afecta sobre todo a los más desprotegidos, a los más humildes, a los más pobres, hay un paradigma triangular (como declara Kailash Satyarthi): trabajo infantil, analfabetismo y pobreza más violencia. Para este hombre es un círculo vicioso, un círculo que debemos romper; porque cada uno de estos problemas es interdependiente con los demás. Hoy en día, la globalización a nivel mundial nos está haciendo ver con total exactitud la enorme dimensión de estas cuestiones que siempre han estado más o menos ocultas pero que siempre han existido. La ecuación es fácil de establecer: el trabajo infantil produce pobreza y la pobreza perpetúa el trabajo infantil.
Ante este gigantesco problema, sobre todo de conciencia sensible además de su aspecto material, es necesario elevar la moral de los activistas que luchan contra estas circunstancias. Esa es la mejor manera que se puede pensar para que otras muchísimas personas más se impliquen en la lucha por desterrar tal situación a escala mundial. Sabemos que el crecimiento económico afecta a muy pocas personas y no llega nunca a los de abajo. Esta fórmula actual de las políticas económicas de los países no provoca el cambio social necesario. Es fundamental, por lo tanto, esforzarse en concienciar, cada vez más, a más millones de seres humanos para luchar contra esta lacra que da vergüenza reconocer que existe. Y como dice Satyarthi, la paz llegará a través de las personas.
Hemos tocado un valor fundamental a nivel mundial: la Paz. ¿Qué puede ser la Paz? No es solamente la desaparición de las guerras (por desgracia hoy en día existen hasta 52 guerras que se están entablando en el planeta Tierra) sino también la desaparición de las lacras humanas que despersonalizan a los seres humanos de tal manera que los desnaturalizan, que los convierten en objetos en lugar de sujetos, que los aprisionan, los acosan, los acorralan, los someten, los sojuzgan, los destruyen como verdaderos seres humanos para convertirlos en simples mercancías. Conseguir revertir todo ello podemos decir que es también la Paz; una parte importantísima de la Paz. Porque una Paz en la que existen esclavos y esclavas tanto niños como personas adultas sean mujeres o sean hombres de la llamada explotación en lo físico (trabajo infantil, prostitución, inversión de los géneros masculino y femenino) y en lo espiritual, es una Paz que no está bien estructurada, que no está bien consolidada, que no está bien cimentada y que, por lo tanto, no puede ser llamada Paz aunque se esté en proceso continuo para alcanzarla. Necesitamos un importantísimo eslabón de la escala de valores positivos que se llama liberación. No he dicho libertad sino algo mucho más profundo que se llama liberación como enseñó Jesucristo. No podemos esperar que los poderes de los poderosos vayan a lograr terminar con las lacras humanas porque la inmensa mayoría de los poderes de los poderosos están basados, fundamentalmente, en seguir explotando esas lacras humanas (esclavitud infantil, trata de mujeres para la prostitución, alcoholismo, drogadiciones y un largo etcétera más) a través de las mafias de sus poderes.
Hablemos de nuestro mundo local. Hablemos de algo que representa valores positivos, valores a considerar como lecciones para la vida feliz. Hablo de que en la Comunidad murciana se han otorgado los Premios del Mayor de la Región al profesor de inglés Juan Carrión, al presidente de Cáritas en Molina de Segura Ángel Jiménez y a la Asociación de Dependencia de Murcia (conocida como Ademur). Según quienes otorgan estos premios, las dos principales líneas de actuación del ejecutivo murciano está desarrollándose en materia de personas mayores para potenciar la autonomía personal y la calidad de vida, por una parte, y por otra a mejorar la atención a la dependencia.
Tenemos aquí cuestiones de calidad de valores humanos. Las personas mayores son siempre un referente para todo nuestro futuro y, como referente del futuro, son personas humanas a las que hay que atender y defender ante la propensión que existe, en mentes absurdas, de que sólo lo joven vale para el futuro cuando estás demostrado, a lo largo de toda la Historia de la Humanidad, que el futuro sólo puede ser un valor tangible, honesto y admirable, si consideramos que los mayores son tan válidos como cualquiera otros seres humanos pero, además, poseen el valor añadido de la experiencia que es vital para las generaciones posteriores. Uno de los graves problemas de la juventud, de la adolescencia e incluso de la infancia, sucede cuando se rechaza a los mayores, cuando se arrincona a los mayores, cuando se aísla a los mayores, cuando se olvida a los mayores, cuando no se les deja participar en la sociedad como los verdaderos motores de cambio que necesita la sociedad. Es absurdo pensar que la experiencia no es un valor positivo. Sin experiencia simplemente no existiría nuestro futuro.
Es necesario que sigan surgiendo personas físicas, instituciones, entidades sociales y demás personas jurídicas que se sigan distinguiendo por su labor a favor de la integración de las personas mayores; porque esa integración es un valor que no debemos rechazar si queremos seguir construyendo una sociedad mejor para todos. El presidente de la Comunidad, Alberto Garre lo ha dicho con gran acierto: “la lección más valiosa que hemos podido recibir de nuestros mayores es su conjunto; es lo que nos enseña a ser personas de bien, comprometidas con nuestro entorno, con nuestros vecinos, compañeros, amigos y familia”.
Es necesario que existan mayores prestaciones para la atención que se merecen los mayores y seguir aumentando presupuestos de cara a sus necesidades, a sus aspiraciones (porque los mayores también tienen derecho a tener muchas aspiraciones individuales y colectivas porque forman parte de nuestro mismo tiempo histórico) y la mejor atención posible porque se lo han merecido a través de tantos años de trabajo, de lucha, de salir adelante… y en este sentido surge otro valor esencial para el buen desarrollo de los seres humanos: la solidaridad a través de una vocación de servicio a los demás y la asistencia social a quienes han necesitado de su mano amiga. Solidaridad, asistencia y amistad: tres valores humanos que se dan la mano para establecer una convivencia plena de los mayores con el resto de la comunidad y al mismo nivel que el resto de la comunidad.
Termino con un párrafo de la última novela que acabo de terminar de escribir: “Muchos ignorantes se burlan de los hombres sabios porque sólo son ignorantes; pero los hombres sabios son tan superiores comparados con los ignorantes que suelen callar, mas su voz siempre sirve para iluminar el camino de quienes eligen superar a la ignorancia”. Esos hombres sabios y esas mujeres sabias, que son nuestros mayores, son los seres más cruciales de nuestro desarrollo hacia el futuro; porque la sabiduría (valor fundamental para los humanos) está sustentada en la experiencia y la experiencia es uno de los aportes más imprescindibles y esenciales de la sabiduría. Un hombre mayor o una mujer mayor suele ser, en muchisimas ocasiones, más necesarios que cualquier libro de texto sin tener que rechazar a los libros de textos por decir tan gran verdad. La verdad es otro de los valores más tangibles de la sociedad humana.
Falta por añadir otro valor que me parece primordial en la actualidad. Somos seres humanos y, por lo tanto, somos seres sociables y socializados porque vivimos dentro de sociedades formadas por grupos de seres humanos. Por eso, para comunicarnos los unos con los otros, es necesario poder entendernos tanto a través del habla como de la escritura. Hoy en día estamos viviendo de lleno en una sociedad mundial cada vez más globalizada y, en ese sentido, cada vez son más los millones de seres humanos que se relacionan con otros millones de seres humanos que pertenecen a otras culturas o a otros paises. Hay una gran multitud de lenguas en el mundo pero es necesario poder seleccionar aquells idiomas que se consideran básicos y fundamentales para realizar bien esa comunicación entre todos y todas. Es por ello que conocer nuestro idioma nativo no es suficiente. La ONU tiene oficializados seis idiomas mundiales que son, por orden alfabético: el árabe, el chino-mandarín, el español, el francés, el inglés y el ruso. Esto quiere decir que es fundamental saber hablar y escribir en alguno de estos seis idiomas para favorecer nuestra comunicación con los demás.
Dentro de este contexto de la enseñanza de idiomas extranjeros, la Comunidad murciana a premiado la gran labor ejercitada por el profesor Juan Carrión en lo que respecta a la enseñanza de idioma inglés. Es importante una labor docente de esta envergadura para favorecer el entendimiento que necesitamos para desarrollarnos tanto en nuestras áreas laborales como sociales; porque cada vez somos más interdependientes con otras numerosas personas extranjeras que necesitan ser entendidas para comprender cuales son sus culturas y cuales son sus proyectos de vida. Así que con este valor primordial de los idiomas podemos completar el ciclo de nuestras experiencias vitales. Y, en este desarrollo de los conocimientos de idiomas, nos podemos imbuir de otras culturas que engrandecen nuestro bagaje cultural a la vez que nos sitúan en un plano de entender y ser entendidos.