Sillas vacías…

Tarde de viento. El dios Eolo levanta las hojas de los árboles, caídas en este otoño en que las naranjas han dejado ya de ser utensilio de traficantes poseídos por el afán de hacer daño. Sillas vacías. Huecos vacuos. “Agujeros negros” del espacio corpuscular en esta sociedad a la que han querido “dormir”. Yo sueño contigo en esta profunda vida porque… ¿qué nos importa a ti y a mí esos “agujeros negros” si nuestra vida pertenece a la Eternidad?.

VIDA: 4 letras mayúsculas nada más. V de Valor para seguir adelante; I de Idea libre, D de Dios y A de Amor. Cuatro notas de un pentagrama que sueña lejos de las cienciologías de los que se proclaman sabios conocedores de la existencia humana cuando son sólo cuerpos vanos e intranscendentes.

Mientras ellos se soporizan dentro del embrollo de sus mentes retorcidas por el viento del otoño, nosotros seguimos viendo las hojas caer porque sabemos que el Tiempo nos devolverá a la Primavera. Y seguimos jugando con los momentos en que lo único que es valioso es pensar y soñar… ¿para qué necesitamos recetas milagreras si tenemos el milagro de Jesucristo?. Si. En medio de nuestra Poesía hablamos de un Dios Vivo que nos regala juegos para salir de esos laberintos ideológicos creados solamente para atormentar las mentes de los oprimidos.

Hasta los pájaros saben de las huellas del Maestro… mientras las sillas vacías se llenan de fechas vencidas por el tiempo.

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