Sin idas ni vueltas, ni comederos de cabeza

La verdad es que se consume
el cigarro conmigo y yo con él,
sin idas ni vueltas,
ni comederos de cabeza.

No río…
para eso ya está mi boca
y no lloro…
ya lo hace mi alma por mí
(y a veces se dobla con el viento,
como el junco de la canción
que tanto le gustaba a mi padre)
Así que lo único que me queda soy yo,
estando.
Al final entiendo que no hago nada por nadie
aunque tampoco haga nadie por mí.

Que aburrimiento.
Recién me levanto
todas las noches
desayuno y veo la luna
así que no tengo que
soportar un día frío.
No me gusta.

Y la vida pasa, amigo,
qué dicho más dicho,
que dicho más tonto,
qué dicho más cierto…
(Tengo la mía un poco quemada
y un poco sucia también,
aunque a saber
quién la tiene impoluta)

Las cinco de la mañana
los cubos de basura permanecen vacíos
y yo aquí esperando a saber el qué,
que me metan quizá en uno de ellos.

Me aburre la gente, a veces,
y cuando hablan de la vida
pienso “joder, qué sola me sentiría
si no fuera por mí”

Eso es todo
y en realidad no he dicho nada.

El cigarro apagado
y yo con él,
sin idas ni vueltas,
ni comederos de cabeza.

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