Hoy es viernes y tengo que despedir a Echeverría. Mi jefe piensa que ya se lo dije. Pero no es tan fácil. Echerverría es como veinte años mayor que yo y, cuando llegué a la empresa, fue el único que no pensó que mi puesto lo merecía él. Desde mi oficina observo la calle y podré ver cuando llegue. Él siempre anda acompañado por un libro. Ahora mismo debe venir en el Metro releyendo alguna historia de Cortázar o Borges, sus favoritos. “¿Para matar el tiempo Echeverría?”, le pregunté cuando recién nos conocíamos. “No”, me dijo, “para hacerlo vivir”
4 comentarios sobre “Sobre azul”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Lo cierto es que no envidio nada tu situación. No se si a tu jefe le resultaría fácil despedir a Echevarría. Me gustó mucho la respuesta que dio a tu pregunta.
Un abrazo Yopis.
En cierto momento pertenecí al equipo que tenía que llevar a cabo la triste tarea de despedir a alguien. Nunca era despedir porque sí, porque sobrara personal, sino que aquel a quien se despedía había hecho méritos más que suficientes para ello.
Y, aún así, qué mal rato pasábamos todos…
Normalmente, el jefe inmediato superior del malhechor se quería inhibír totalmente, a pesar de haber sido quien nos había comunicado los desmanes; había que insistir mucho para que estuviera presente en el acto de comunicar el despido. Era tirar la piedra y esconder la mano.
En fin.
En la oficina alguien se llevaba, todos los días, el papel de water y el jabón. Los jefes hicieron una ardua investigación interrogatoria. Todos negábamos ser el ladrón. Se hicieron mil y una pesquisas y mientras el papel de water y el jabón seguían desapareciendo día tras día no aparecía el ladrón y absolutamente todos seguíamos negando ser él o ella. El proceso interrogativo continuó “in crescendo” y llegó a ser insoportable. Un detective privado contratado para la ocasión (hasta ese punto llegó el asunto) se escondió en los lavabos y al final pilló “in fraganti” al susodicho ladrón (resultó ser ladrón y no ladrona), !Era uno de los jefes principales del Banco -pues del Banco Santander Central Hispano se trataba- y era precisamente el que más hincapié ponía en encontrar al culpable y echarle “ipso facto” del trabajo!. !El escandalazo fue mayúsculo!. La alta dirección del Banco tomó cartas en el asunto. Se reunió una Comisión Especial para tratar el tema (entre los más grandes altos cargos del Santander) y se decidió expulsar “ipso facto” de la empresa al ladrón (curiosamente el ladrón era quien más hincapié ponía todos los días en tomar esta decisión si se pillaba al ladronzuelo!. !Curiosas cosas tiene la vida sabiendo que el culpable era uno de los que más alto sueldo -un sueldazo sea dicho de pas- tenía la oficina!. Menos mal que no tuve yo que formar parte de aquella Comisión Especial porque hubiese sido un trago excesivamente amargo ya que, en otros sentidos, aquel jefe era una “buena persona”.
¿No crees, Diesel, que pudiera tratarse de algún trauma de la infancia, si es que sólo “afanaba” esos artículos? Quizá era algún desorden psicológico debido a la poca calidad, escasez y hasta falta de ellos que hubiera podido sufrir de niño. Digo yo…